Después de la marcha, ¿qué sigue?

En los tiempos actuales considerados como de la posmodernidad, la sociedad enfrenta situaciones críticas, que los expertos no dudan en denominar tiempos del caos, de la incertidumbre y de la inestabilidad social, cuyas raíces, cuyos motivos y razones se encuentran en una lucha desesperada, sin cuartel, en donde grupos de presión ingentemente poderosos a toda costa tratan de apoderarse en espacios adecuados para ejercer su hegemonía, todo ello motivado como consecuencia de paradigmas impuestos por la fuerza que conllevan tendencias que se han convertido en fermentos que están alterando la paz social y la estabilidad política, y por supuesto, el estado de derecho.

Desde este punto de vista, tales cambios, si se quiere son erráticos, ya han configurado situaciones difíciles de erradicar en el corto plazo, en muchos países latinoamericanos y de otros continentes, en donde los países del centro están obteniendo posiciones estratégicas de tal modo idóneas, que les permitirían continuar ejerciendo su predominio, señalando que la tendencia del momento consiste precisamente en el proceso doloroso e inhabitual de una readecuación de la sociedad económica internacional.

México, por su posición geográfica y por muchos otros motivos, no ha escapado a este proceso, que como se dice, la meta es exactamente lograr una situación caótica, que al decir de los expertos sólo se resolvería en el mejor de los casos por el establecimiento del llamado Estado de excepción.

En nuestro país, por desgracia o por ventura, las instituciones no se han modernizado, pues no responden a los actuales retos, y desde que se puso en marcha el programa que contiene los postulados básicos de la llamada "carta de intenciones" se empezó a vislumbrar una situación socioeconómica y política irregular, cuya principal manifestación fue el desempleo.

A raíz de ese fenómeno, se notó el florecimiento de la llamada economía informal en donde sus muchas variables, se manifestaron porque simple y sencillamente, el humano — sus familias — tiene que percibir un ingreso que les permita la sobrevivencia. Además, se incrementó la tendencia de jóvenes, importante fuerza de trabajo perdida para México, que a toda costa tratarían de ingresar al país del norte en busca de trabajo.

Asimismo, se fue aumentando la inseguridad pública, cuya principal manifestación es el despojo de la propiedad particular de la comunidad, y la violencia en sus distintas manifestaciones.

Pero este controvertido sector de la economía informal, se fue incrementando en la industrialización de la droga, enervante formidable para una sociedad desorientada por un futuro incierto, que cobija el propósito humano de evadir la realidad, incrementada y magnificada por situaciones propias e inherentes al propio sistema. Una o varias generaciones perdidas o extraviadas.

Esta actividad, que destruye lenta pero irreversiblemente al ser humano, pronto se convirtió en un renglón fundamental de la llamada división internacional del trabajo, de tal modo que en nuestros países ubicados en este consenso, de esa manera quedarían al margen de otras posibilidades para lograr su desarrollo o al menos su crecimiento económico sustentable.

Pero la cuestión, enormemente magnificada solamente se ha tratado de combatir con acciones policiacas o policiales como dicen los modernos, y para nada se ha hurgado en sus orígenes, motivos y causas, sólo en sus efectos. De esa manera, el problema no tiene fin, y el esfuerzo de nuestra débil sociedad civil, que poco a poco se fortalece, sólo queda en marchas, marchas y protestas. Por eso cabe preguntar después de la reciente marcha, ¿qué se va a hacer...?
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