Desde luego se puede intuir que Raúl está diseñando un modelo para conducir la sucesión autoritaria en Cubita la bella, como un cuerpo funcional, compacto, eficiente, a imagen y semejanza de un Ejército que él mismo ha dirigido durante cinco décadas, donde se haga poca política y mucha administración, de acuerdo con las frases cinceladas en oro puro, por otro dictador, el mexicano e inefable Porfirio Díaz.
De acuerdo con lo anterior, la sucesión queda planteada como un periodo en que se descarta toda opción de relativa pluralidad dentro del propio régimen.
Desde otro punto de vista, se dice que la retórica oficialista ha sido insuficiente para explicar qué está pasando en Cuba y porqué están siendo desplazados dos personajes en especial, claves dentro del propio sistema sociopolítico cubano, como lo son Carlitos Lage, supuesto artífice de las aún incipientes reformas económicas, y el presunto “delfín” de Fidel, Pérez Roque.
Tal y como sucedía en la extinta Unión Soviética en los tiempos de don José Stalin, cuando aún no existía ni por asomo la “glasnot” que estableció Gorbachov a mediados de los ochenta del siglo XX, los analistas de la realidad cubana intentan interpretar las pocas señales emanadas de La Habana, es decir para tratar de leer el lenguaje cifrado de tales cambios, en el mejor de los casos cambiar impresiones con los expertos en estos asuntos que siguen al minuto lo que está pasando en Cuba, para hacer conjeturas acerca de que está sucediendo en la administración del general Raúl Castro, el verdadero “delfín” de Fidel.
En realidad, sin ser muy conocedor de lo que está ocurriendo en la Cuba revolucionaria, la de Martí, en especial, la que pregona como grito de batalla, aquello de “Patria o muerte”, la que ha resistido por tanto tiempo el bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos, ciudadela de la democracia, podemos afirmar que el hermano menor de Fidel lo que está llevando a cabo es la realización del proceso de “desfidelización” del régimen, colocando en puestos clave de su Gobierno a gente de su confianza personal, y de esa manera separarse de la influencia de Fidel, es decir impedir con tacto y elegancia que le continúe administrando el cerebro, y respetar la postura histórica del propio Fidel, como el líder histórico de la Revolución Cubana, la de perfiles tan característicos e irrepetibles.
También están pidiendo una explicación las aseveraciones del propio Fidel acerca de los cambios llevados a cabo por su hermano con la venia de él mismo.
Tal vez los cambios eran necesarios, y esto conlleva a plantear un hecho fundamental: Sin una revisión del concepto de propiedad, que dilate el mercado interno cubano, las ventajas comparativas de inversión en la isla serán cada vez menores. Con una administración demócrata en Estados Unidos, con interés en revocar las limitaciones de viajes, remesas e intercambio académico y cultural, y decidida a utilizar un lenguaje no agresivo en sus relaciones con Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador o cualquier otro Gobierno de la izquierda latinoamericana, la ventaja de relacionarse con La Habana para desafiar al imperio es prácticamente nula. Pero a pesar de todo hay algo inédito en este proceso revolucionario, del que la cabeza visible es Raúl, en esta ocasión la Revolución no ejecutó a sus supuestos transgresores: simplemente los corrió.
MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
Correo electrónico: loppra@economia.unam.mx
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