Los acontecimientos que me ha tocado vivir recientemente en una asamblea de colonos, me hacen reflexionar acerca de lo que significa el término mismo y de lo que implica una sociedad, pues incluso sin necesidad de consultar un diccionario especializado, podemos entender que se refiere a un compromiso en el que los participantes de la misma tienen un convenio o pacto, según el cual lo que le suceda afecta o beneficia por igual a todos y cada uno de la misma.
Hasta ahí todo bien, pero, ¿y los compromisos de sus integrantes para con la misma? Es ahí en donde pude percatarme de una terrible realidad: estamos viviendo una era de mezquindad que nos lleva a pensar, desear y esperar a que sean otros los que actúen para nuestro beneficio, sin que nosotros hagamos nada más que exigir resultados.
En el caso que me ocupa somos casi 900 familias las que componemos esa pequeña comunidad, misma que se reúne en Asamblea —como órgano superior— una vez al año, a menos que exista alguna urgencia que plantear. En la reunión ordinaria se informa de las actividades realizadas en el año en curso, o cuando coincide con el cambio de mesa directiva estatutario se celebran elecciones.
Pues bien, en el presente año no corresponde a elecciones, y solamente asistimos algo así como 40 y tantos representantes de familia (el año pasado que si hubo elecciones se reunieron 350), de los cuales 43 votamos un incremento en las cuotas del próximo año, así como el presupuesto que entre otras cosas implica el aumento de sueldo a todo el personal administrativo, de seguridad, mantenimiento y operación, en función de la inflación oficial, o sea el mínimo de mínimos.
Vale la pena señalar que si no todos los asistentes, sí un alto porcentaje cuenta con estudios universitarios y hasta de posgrado, lo que hace suponer un grado de conciencia más desarrollado, no obstante, al término de los diferentes informes rendidos por los miembros de la directiva no hubo más de una persona o dos que intentó ofrecer un aplauso por el beneficio recibido de vecinos que entregaron su tiempo, dinero, esfuerzo y experiencia de forma gratuita: nos gana la mezquindad.
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