Chascarrillo preconciliar (de cuando las ceremonias religiosas se oficiaban en latín): Se quejaba un clérigo: “Ese riesgo se corre cuando los acólitos dan cuenta de las vinajeras: que cuando el celebrante dice ‘per omnia saecula saeculorum’, en vez de decir ‘amen’, te reviren con un albur...”.
—II—
Con respecto a la célebre “mentada” que la semana pasada se convirtió en la cereza en el helado de un ejercicio de gobierno excepcional por los escándalos y deplorable en términos de beneficios para el pueblo de Jalisco, afirma el cardenal Juan Sandoval que “con la disculpa basta”. Lo de menos es que la dichosa “mentada”, pese a que estuvo precedida por un contrito “perdón, señor cardenal”, no aludiera a la progenitora del ilustre prelado, sino “a algunos periódicos” —o, si se vale la enmienda, a las de quienes escriben en ellos— y de quienes daba por descontado que reprobarían la más reciente expresión de su muy peculiar estilo de ejercitar la filantropía y la caridad cristiana (con dinero ajeno). Su Eminencia puede darse por satisfecho con la disculpa. En cambio, los directamente ofendidos no están obligados a aceptarla. Primero, porque la “mentada”, por espontánea, sonó sincera; la disculpa, en cambio, sonó falsa: fue, casi seguramente, recomendación de quienes, escandalizados y avergonzados, sí midieron los devastadores alcances del insulto e invitaron al gobernador, en función del cálculo político —una de las más refinadas formas de la hipocresía—, a tratar de sacar el choclo que esta vez metió hasta la ingle. Y segundo, porque, comodina y convenenciera, la dizque disculpa no llegó acompañada de ningún gesto que denote arrepentimiento sincero ni propósito de enmienda... ni, mucho menos, que subsane a la sociedad por el daño causado, o al menos restañe las heridas sociales ocasionadas por las sistemáticas arbitrariedades del gobernante.
—III—
Un gobernante que recurre a la ofensa estridente; un político mesiánico e intolerante, que desprecia a la crítica e insulta a gritos a quienes la ejercen, y un católico que acata “así” los mandamientos de amar al prójimo y de honrar a los padres propios y respetar a los ajenos, traiciona su responsabilidad social, exhibe impúdicamente su indigencia intelectual y desdice escandalosamente de su crianza. Punto.
JAIME GARCÍA ELÍAS/Periodista y conductor radiofónico
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