Afganistán, un conflicto de nunca acabar

En efecto, según la crítica de expertos u observadores internacionales, el conflicto bélico de Afganistán tiene sus orígenes en el atentado perpetrado, supuestamente, por elementos terroristas, en septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el Pentágono, en Washington, D.C., por lo que el gobierno de George Bush acusó a los talibanes de proteger a Osama Bin Laden, considerado responsable directo de esos ataques de corte terrorista.

Como el régimen de Kabul se negó a entregar al presunto responsable a la justicia de la República Imperial para ser juzgado por un delito de lesa humanidad, el líder de Al Qaeda, el 7 de octubre de ese mismo año, sin decir “”agua va”, con casi el unánime apoyó internacional y la intervención directa de tropas británicas, australianas y de otros países, los Estados Unidos, bajo la potestad de sus Fuerzas Armadas, que cuentan ciertamente con gran potencia de fuego y armamento de novísima tecnología, comenzó a atacar el territorio afgano, masacrando, por así decirlo, a la población civil. De nueva cuenta David contra Goliat, o sea, como si tratara de acabar con un mosquito a cañonazos, pues los guerrilleros talibanes, duchos en la guerra de guerrillas, han puesto en jaque el poderío del coloso estadounidense, enfrascándose en una lucha estéril, desgastante, muy costosa, y que parece no tener fin.

Sin embargo, el escenario afgano ha cambiado de forma y estructura, de tal manera que la correlación de fuerzas no es la misma que existía al principio de un conflicto que tiene características bien definidas de ser absurdo, pero desde el punto de vista sociopolítico y económico, variables que influyen de manera concomitante en el aspecto puramente geopolítico, todo hace ver que se trata de una guerra de desgaste, similar a la que libraron los propios Estados Unidos en Vietnam.

Estas guerras gemelas, Afganistán e Iraq, tienen el mismo modelo, pero corregido y aumentado, pues en el fondo se trata de que la actividad económica tan compleja de los Estados Unidos continúe trabajando y funcionando a su máxima capacidad, pero la economía capitalista tiene también sus puntos oscuros aún no bien definidos por los expertos, pues no puede persistir el crecimiento económico de manera constante o permanente, y va se vio con nuevo tropiezo económico, léase crisis económica, que todavía flagela ese país, a pesar de las medidas de regulación económica del Presidente Obama.

En efecto, el escenario de esa región del mundo se ha modificado sustancialmente. Mientras el ejército pakistaní ataca en gran escala a los talibanes (movimiento guerrillero afgano de ideología islámica fundamentalista) en la provincia de Waziristán, zona colindante con Afganistán, el debate se intensifica en Washington sobre el futuro inmediato en las montañas y desiertos afganos.

En el terreno de los hechos, las tropas extranjeras e invasoras, se enfrentan a un enemigo que más allá de su retórica religiosa, demuestra un pragmatismo notable tanto desde el punto de vista táctico como del político, y opone feroz resistencia. De una manera u otra, Canadá, Alemania, Noruega y Francia han expresado sus reticencias a comprometerse en esta lucha inútil y azarosa.

Se está comprobando, tanto en Iraq como en Afganistán, que las armas de alta precisión, los satélites y las tecnologías de información no sirven para volverse invencibles. El enemigo talibán, fundamentalista, reserva muchas sorpresas.

 En sucesivas invasiones a tierras afganas, han fracasado, tanto la Gran Bretaña (en 1842, de 1878 a 1880, luego en 1919) como la Unión Soviética (1979-1989), de tal modo que se puede afirmar que allí se inicia el principio del fin de lo que fue la gran nación socialista.

Los rostros del terrorismo son ubicuos y de ninguna manera tienen un lugar fijo como sede, pero ya los Estados Unidos, solamente en el lapso que lleva su intervención militar en Afganistán, llevan gastados más de seis billones de dólares, producto de una riqueza desperdiciada y tirada a la basura. 

MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
Correo electrónico: loppra@economia.unam.mx
Síguenos en
Sigue navegando