La semana pasada los medios de comunicación anunciaron que el Poder Legislativo del país había liberado al adulterio de su carácter delictivo. Sí, por cierto, en México el adulterio era un delito; pero ya no lo será. Y como seguramente el asunto carece por completo de importancia, nadie se ha pronunciado al respecto.
Lo primero que sorprende es el trabajo de los legisladores, pues a primera vista parece que actúan por su entera y libre iniciativa y voluntad, sin que nadie se los pida, sin que nadie los respalde, completamente al margen de lo que puedan pensar sus representados, y como si su quehacer fuera estar de ocurrentes, actividad típica de los desocupados.
Seguramente nuestros legisladores han de ser adictos a la tele y a las revistas de moda y glamour, pues la discusión sobre el carácter delictivo del adulterio comenzó en ese tipo de medios y más bien entre ciertas corrientes de pensamiento norteamericano, que no sólo quieren cambiar la letra de su himno nacional, sino también su código penal en todos aquellos temas que les recuerde su cultura original, de la cual cada vez se distancian más.
El mimetismo legislativo mexicano, apoyado en la indiferencia social, reduce ahora el adulterio a una causal de divorcio, por más que no resuelva el eterno problema de demostrar la ahora “causal”; se supone que en los tiempos en que era delito se requería la flagrancia para poder fincar responsabilidades. ¿Cómo olvidar el modo en que la célebre película “Ahí está el detalle”, trataba de resolver tan espinosa condición?, ¿habrá qué repetirla para resolver ahora el asunto de la flagrancia como causal?
El tema incluye sin embargo, otra cuestión ¿el matrimonio en México seguirá entendiéndose monogámico? De acuerdo a nuestro código, el matrimonio civil es el compromiso legal que adquiere un hombre con una mujer, de donde se deduce que deba ser monogámico. Si la ley respalda tal definición, pues ahora resulta que dicha ley se puede violar sin que ello sea delito; en materia de derecho el caso entraría en el campo de las excepciones, pero también es cierto que para evitar la contradicción, lo monogámico acabaría siendo solamente una buena recomendación, y en último término podría llevar incluso a su abrogación.
Otro asunto más, es sentencia general del derecho que lo que no está prohibido está permitido, ¿es así como habrá que entender esta “estupenda” iniciativa de nuestros legisladores? Hay otro decir que dice la sabiduría popular: “Si estando prohibido lo hacían, ¿qué será ahora que ya no lo está?”. Como de costumbre, nuestros legisladores trabajan siempre por las mejores causas, y sin duda la familia mexicana tendrá mucho que agradecerles por el apoyo tan valioso e indiscriminado que les otorgan.
ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO / Licenciado en Historia.
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