JAIME GARCÍA ELÍAS
La “Plaza Guadalajara” (el centro comercial que se habilitó bajo la plancha de la misma, para ser exactos), como suele ocurrir, por alguna misteriosa razón, con casi todas las iniciativas del Gobierno, fue un mal negocio...
—II—
Quiso ser el remedio —y lo fue a medias, de hecho— al problema de la degeneración de la zona peatonal del pomposamente denominado “Centro Histórico”, en tianguis de baratijas. Quiso ser la solución, por una parte, al problema estético de la proliferación de locales semifijos destinados al comercio de baratijas; por la otra, al problema social de respetar el derecho de cientos de jefes de familia a un “modus vivendi” honesto, sí... pero que abonaba más en contra que a favor de la idílica imagen urbana del centro de la ciudad que alguna vez fue, a mucha honra de sus habitantes, “La Perla de Occidente”.
El problema del ambulantaje, como puede constatar cualquier ciudadano que deambule en las tardes por las calles del centro, sólo se resolvió a medias. El centro comercial fue una solución mediocre: una sucesión de accesorias, de dimensiones mínimas, sin espacio para las “tiendas ancla” contempladas en el proyecto conceptual, carentes de espacios suficientes para las mismas, y desprovistas de atractivos —cafeterías, fuentes de sodas, venta de artesanías o dulces regionales...— para los visitantes y para los turistas que convergen en la zona.
Al tener menos visitantes es —decir, potenciales clientes— que en la calle, las ventas han declinado. Los locatarios, por tanto, no han podido cubrir las cuotas que supuestamente los convertirían en propietarios. El Gobierno municipal planteó, la semana pasada, la posibilidad de modificar el estatuto jurídico del sitio y transformarlo en mercado, lo que equivaldría a condenarlo, sin apelación posible, al acelerado deterioro y a la consiguiente degradación. Por su parte, los locatarios ya plantaron las banderas de su lucha social: “Ya nos metieron aquí, ahora sólo muertos nos sacan”.
—III—
Lo dicho: al condenar por los siglos de los siglos a la mediocridad al que potencialmente pudiera ser el mejor sitio de Guadalajara para el comercio, se confirma la regla: donde la autoridad decide meter la mano... con mucha más frecuencia de la deseable acaba metiendo la pata.
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