México

¿Y si regreso?

A pesar de las ventajas y cierta seguridad que puede ofrecer la nación que dirige Barack Obama, personas como Teresa quieren regresar al país que la vio nacer

Le ha dicho a su hija a lo largo de sus escasos seis años de vida, que si le preguntan de dónde es, lo diga claro y directo: “Eres mexicana y naciste en Chicago, si alguien aquí no sabe inglés y necesita comunicarse, te pones a sus órdenes para ayudarlo”.

Teresa nació en Los Reyes, Michoacán, desde hace 19 años vive en el Estado de Illinois y trabaja como mesera en un restaurante para poder mantener y sacar adelante a su única hija.

Lo que más le ha costado es el cuidado y preservación de su identidad. No quiere perder su origen y se preocupa por mantenerlo vivo, aunque la distancia y un país que no es el suyo sean impedimento.

Hace unos días, el Centro Hispano Pew dio a conocer que el número de residentes de origen mexicano en Estados Unidos ascendió a 31.6 millones de personas, equivalentes a 65.5% de la población latina en ese país.

El número de hispanos en 2009 era de 48 millones 348 mil, o 15.7% de la población estadounidense, un aumento en relación con los 35 millones 204 mil del año 2000 cuando los latinos eran 12.5% del total.

La presencia de mexicanos va en aumento, y a pesar de las ventajas y cierta seguridad que puede ofrecer la nación que dirige Barack Obama, personas como Teresa quieren regresar al país que la vio nacer. “¿En serio quiere eso?”, le pregunto, y sin pensarlo dos veces me contesta que sí.

La noche en Chicago es muy fría, menos cuatro grados centígrados marca el termómetro que se ubica al lado de la puerta de entrada del local; entre una y otra mesa que atiende, continúa con la charla: “Hay muchas personas que son de México, o nacieron aquí y sus padres allá, y nada más los tienes que ver para darte cuenta que son igual que yo.

Les pregunto a propósito si saben español, y con el acento gringo te contestan que no, yo digo que se les olvida el rebozo y sinceramente siento que lo sigo trayendo puesto”.

Por eso quiere regresar, tiene ese deseo muy arraigado. Varios compañeros de origen hispano le dicen que está loca, que sólo volvería a sufrir.

Sólo hay una situación que la ha hecho dudar en los últimos meses, y es lo que le sucedió a su amiga Claudia. Volvió a su natal Apatzingán en octubre pasado pese a la resistencia de su marido.

Quería que sus dos hijas crecieran ahí. No pasó un mes de su retorno cuando unos hombres se llevaron al esposo.

Desapareció durante una semana, pedían muchos dólares por su rescate porque sabían que “venían del otro lado”. Apareció muerto. Los suegros y las hijas de Claudia no le perdonan la insistencia que hoy tiene a la familia sin un hijo y padre.

Antes de seguir limpiando mesas, Teresa se detiene, respira profundo como no queriendo escuchar lo que ya ha escuchado, y pregunta: “¿De verdad México está muy mal?”.
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