México
Vieja y desfasada
Pablo a Timoteo: ‘‘Porque quien no sabe gobernar su casa ¿cómo va administrar la Iglesia?’’
Con motivo de la celebración de este año sacerdotal, debería ser una buena ocasión para reflexionar sobre la falta de vocaciones. Para nadie es un secreto que en estos momentos la Iglesia Católica está viviendo un largo “invierno vocacional”. Pero nadie se pregunta por qué. Siempre se tiende a buscar las causas fuera de la misma Iglesia: la sociedad actual, los gobiernos, las familias, etc.
El cardenal vaticano Tarcisio Bertone, utilizó la ironía para rechazar los ataques masivos contra los recientes escándalos: La Iglesia cuenta con la confianza de sus fieles, y aunque alguno intenta minar esa confianza, tenemos una ayuda que viene de arriba.
El Papa ha dicho recientemente que existe una mentalidad “hostil a la fe, que incluso intenta impedir el ejercicio del ministerio”, e indicó que es necesario volver al confesionario. No parece que recurrir al confesionario, que de paso sea dicho; “hoy ya nadie utiliza”, sea la solución. Hoy, el sacerdocio está en crisis muy profunda. La edad media del clero ronda los 67 años y en no pocos lugares, los 75. El sacerdote aparece muchas veces como persona dedicada a la atención al culto y a los sacramentos “sociales” (bodas, primeras comuniones, misas de difuntos, bautizos, bendiciones a establecimientos comerciales y por supuesto a su nuevo juguete: declaraciones políticas).
Las iglesias están medio vacías y con personas mayores, mujeres en su mayoría, sin presencia de jóvenes y de hombres. Ese modelo no puede ilusionar a los jóvenes. Además, el lenguaje que utilizan obispos y sacerdotes para hablar de normas morales, sexualidad, homosexualidad, relaciones prematrimoniales, el uso del condón, divorcios etc., es un lenguaje que causa rechazo e indignación entre los jóvenes, y la Iglesia en general aparece como una institución desfasada, poco evolucionada y muy alejada de la cultura y las aspiraciones del hombre de hoy.
Teólogos como Hans Küng y Drewerman han dicho que debe abolirse de una vez el celibato obligatorio, que, desde mi punto de vista, es la causa principal de tanta desviación sexual que ha llevado a esta gran crisis existencial del Vaticano.
El modelo que hoy se ofrece de sacerdotes está finiquitado y obsoleto. Por eso lo que está en juego es el modelo de sacerdote que se pretende seguir manteniendo, más de cara a cubrir las necesidades de la estructura eclesiástica, que de querer ofrecer, de verdad, soluciones urgentes a un problema que ya no admite más demora.
Habría que esperar que un nuevo Papa, más joven, quizá del Tercer Mundo, diera, como lo hizo Juan XXIII, un gran cambio en las estructuras anquilosadas de esta nuestra vieja y desfasada Iglesia.
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