México

Uy, uy, uy, WikiLeaks

Cuatro diarios y una revista de prestigio internacional fueron elegidos por WikiLeaks para ser los difusores de todos esos cables

La difusión de documentos reservados estadounidenses por cortesía de WikiLeaks en octubre pasado aportó datos relevantes, como la verdadera cifra de muertes de civiles en la guerra en Iraq y la estrategia de minimización de Washington.

Se trataba hasta entonces de la mayor fuga de información confidencial que sufría ese Gobierno en su historia. Ahora, el mismo sitio de internet ha emprendido la publicación de más de 250 mil comunicaciones del Departamento de Estado.

Cuatro diarios y una revista de prestigio internacional fueron elegidos por WikiLeaks para ser los difusores de todos esos cables: el británico “The Guardian”, el español “El País”, el francés “Le Monde”, el estadounidense “The New York Times”, y la alemana “Der Spiegel”.

Hoy sabemos que en realidad esta vez “The New York Times” fue desdeñado por WikiLeaks —se especula que por sus coberturas críticas sobre la trayectoria y métodos del fundador del polémico sitio, Julian Assange— y que consiguió los documentos gracias a un acuerdo de cooperación editorial con “The Guardian”.

También sabemos que “The Wall Street Journal” declinó la oferta de información porque incluía acuerdos financieros que lo obligarían a pagar sumas de hasta 100 mil dólares, si violaba ciertas reglas no reveladas que pretendía imponerle el sitio y que le resultaron inaceptables, las cuales serían exigibles en tribunales de cualquier país que eligiera WikiLeaks.

Los cinco medios han dedicado editoriales a justificar su decisión con el argumento de que el contenido es de interés público y han dicho que fueron cuidadosos de no revelar datos o fuentes que pongan en peligro a personas involucradas. El debate apenas comienza y es de trascendencia para el periodismo.

Hasta ahora, de la mínima parte de cables que han publicado, se muestra una forma de operar de la diplomacia que resulta bochornosa para los protagonistas por los detalles, pero que no es novedosa. Una de las funciones del cuerpo diplomático de cualquier país es proporcionar a su Gobierno todo tipo de información sobre los países en los que está destacado. Algunos le llaman espionaje blando y no son informes que hayan pasado por un análisis de agencias de inteligencia, son datos crudos.

Por eso hasta ahora lo que ha salido suena a chisme: que si el líder libio Muamar Kadafi usa bótox, que si está en duda la salud mental de la argentina Cristina Kirchner, que si Hugo Chávez está loco, todas ellas consideraciones hechas a los ojos del embajador estadounidense respectivo, nada formal.

Es muy probable que en las siguientes semanas, a medida que se desahoguen los documentos, surjan informaciones relevantes y hasta explosivas que dejen fuera de toda duda la legitimidad del argumento del interés público, hasta ahora debatible.

Hay en ese paquete más de dos mil cables relacionados con México, de los cuales, poco más de 300 están clasificados como confidenciales y unos cuantos más como secretos. Lo que de ahí surja seguramente hará que el tema prenda en nuestro país. El debate es crucial para el futuro del periodismo y su ética y pasa por temas trascendentes para los sistemas democráticos como el de la transparencia y el interés público.

Washington tiene abierta una investigación en la que el principal sospechoso es un analista militar de 22 años que tuvo acceso a toda esa información y presuntamente la robó y la vendió a WikiLeaks, pero aún no se prueba ese supuesto.

Todos los que nos dedicamos al periodismo tendremos que debatir si estos grandes medios que tomaron el reto decidieron convertirse en instrumentos de intereses poco claros que parecen asomar detrás de WikiLeaks, o si su apuesta por la transparencia realmente es a favor del interés público.

La bomba ya estalló, pero las ondas expansivas apenas comienzan a generarse.

Saciamorbos


Este reportero le debe una al ex rector De la Fuente: en este periódico aclaró que no tiene residencia en el Estado de México, por lo que no puede ser candidato al Gobierno.
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