México

Una reforma para los ciudadanos

Por César Nava (Presidente nacional del PAN)

Unos días del fin del periodo de sesiones, esperamos que en el Senado sea aprobada la reforma política, una vez dictaminadas las iniciativas presentadas por el Presidente y los senadores del PAN, el PRI y el PRD.

Todos los actores, incluyendo al presidente de la Cámara alta y a los coordinadores parlamentarios, han comprometido públicamente sus mejores esfuerzos para que así ocurra.

Sabemos qué reforma buscan los proponentes de las distintas iniciativas presentadas. Pero, ¿cuál es la reforma que esperan los ciudadanos? ¿Qué es lo que demandan de los partidos políticos los mexicanos? Más aún, ¿qué es lo que exigen de nosotros?

Tenemos que reconocer que no pocas veces la ciudadanía va por delante de los partidos y que los responsables de las decisiones públicas no hemos sido siempre capaces de abrir los espacios necesarios para la participación ciudadana, sea organizada o individual. La reforma política es una oportunidad de excepción para que así ocurra, para que los partidos políticos dejemos de lado las visiones que tradicionalmente nos han confrontado y nos decidamos a lograr una reforma para que nuestra democracia deje de ser una democracia meramente representativa, en la que los mexicanos mayores de 18 años que así lo deciden asignan un mandato cada tres o seis años a sus legisladores o gobernantes, y pase a ser una verdadera democracia participativa, en la que los ciudadanos, además de ser electores, puedan tomar parte activa en las decisiones más trascendentes para el país.

El PAN hará suyos y defenderá en las comisiones parlamentarias y en la tribuna los postulados recurrentes de las organizaciones de la sociedad civil que han asumido un rol activo en esta discusión, así como la opinión mayoritaria de los mexicanos, publicada en las encuestas y en las páginas editoriales.

En esta lógica, considero que una reforma política que genuinamente represente los intereses de los ciudadanos y no la agenda de los partidos políticos, debe contener al menos cinco elementos fundamentales:

1. Menos dinero para los partidos políticos: proponemos la reducción a la mitad del financiamiento público ordinario a los partidos en forma proporcional a la votación recibida en las últimas dos elecciones federales.

2. Menos diputados y senadores: sostenemos la conveniencia de reducir el número de diputados de 500 a 400 y los senadores, de 128 a 96. Esto implicaría un doble beneficio para el país, la obtención de ahorros económicos y la facilitación de la construcción de acuerdos.

3. Un solo órgano electoral para todo el país: defendemos la necesidad de contar con un árbitro confiable, integrado por ciudadanos, para todas las elecciones federales y locales que se celebran en el país. Que el Instituto Federal Electoral sea el organizador de todos los procesos y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sea la última instancia de calificación.

4. Candidaturas independientes: propugnamos por la creación de la figura de la candidatura independiente, al margen de las candidaturas promovidas por los partidos políticos, siempre que el ciudadano aspirante a una candidatura reúna un número determinado de firmas.

5. Elección consecutiva de legisladores y alcaldes: postulamos el otorgamiento al ciudadano del poder para premiar o sancionar a los senadores, diputados y alcaldes por su desempeño. Que la continuidad en el cargo sea decidida por la votación ciudadana.
En Acción Nacional tenemos la convicción de que la política puede y debe ser un escenario para el ejercicio de una visión responsable, abierto al encuentro con el otro, al diálogo, a la superación compartida de los obstáculos y de los problemas. Así avanzaremos hacia la consolidación de la institucionalidad democrática, que no puede darse sin un giro claro y contundente hacia el empoderamiento ciudadano. Es evidente la necesidad de la reforma política que haga más participativa y más eficaz nuestra democracia; están puestas las iniciativas que recogen lo que muchos ciudadanos y organizaciones sociales, académicas y políticas han venido proponiendo en esta importante materia. Lamentablemente están todavía presentes inercias de una práctica política autista, cerrada sobre sí misma, refractaria a darle poder al ciudadano.

¿Una reforma partido-céntrica o una reforma que ponga el acento en el ciudadano? Ese es el dilema. Como el caminante que sube a la montaña para contemplar las luces de la ciudad que aparecen diáfanas en la noche, los partidos estamos obligados a tomar distancia de nosotros mismos y poner la mirada en nuestros mandantes para acertar en la definición.
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