México
Un desencuentro temporal
En la política mexicana los desacuerdos parecen irreconciliables y estériles
PAN y Calderón a
López Obrador durante la campaña, pasando por el calificativo de espurio que le gritan los legítimos al Presidente en sus mítines, hasta las tragicómicas comparecencias en la Cámara, donde se insultan y agraden sin ninguna contención, todo parece absurdo y fruto de un mal guión.
Pero, ¿por qué las diferencias entre nuestros políticos parecen irreductibles? ¿Por qué nuestra vida pública está llena de una absoluta incomprensión respecto de las posición de los otros? Roger Bartra lo explica extraordinariamente bien en el número de diciembre de “Letras Libres”. En su artículo “La sombra del futuro”, nos explica que los protagonistas de nuestra vida pública viven en diferentes tiempos históricos.
Bartra retoma una frase de Ernst Bloch: No toda la gente vive en el mismo ahora. Y eso se traduce en desencuentros que van mucho más allá de las diferencias ideológicas con las que puede funcionar una democracia. Los componentes del sistema político mexicano coinciden simultáneamente en la lucha electoral e ideológica pero no son contemporáneos. “En México se confrontan quienes piensan que la democracia ya existía desde hace mucho tiempo, quienes creen que la democracia llegó a fines del siglo XX, quienes creen que la democracia todavía no llega y quienes simplemente no creen en la democracia”.
No hay piso común a partir del cuál confrontarse de forma civilizada y fecunda. No se vive en la misma época y no se interpreta la realidad a partir de un código compartido. Por eso en México no hay conflicto y confrontación, sino polarización.
El otro es un enemigo y las diferencias son irreconciliables. Polarizó Vicente Fox cuando trató de impedir a toda costa el triunfo de López Obrador, polarizó Calderón cuando cimentó su triunfo en el miedo al peligro para México, polarizó López Obrador cuando interpretó como un fraude (a la antigua) lo que fue una derrota en las urnas.
Dice Bartra: Si un político de derecha considera que sus adversarios de izquierda son en realidad peligrosos conspiradores subversivos (…) será muy difícil que conviva con ellos sin tratar de exterminarlos (…) si un político de izquierda cree que la derecha es cuasifascista, esencialmente abusiva y absolutamente incapaz de ser moderna, que no es más que un complot de los ricos para vender el país al extranjero, no veo cómo podrá aceptar que gobierne sin intentar derrocarla”. Sin duda, en eso estamos.
En la política mexicana los desacuerdos parecen irreconciliables y estériles. Desde el mote de peligro para México que le enderezaron el
Pero, ¿por qué las diferencias entre nuestros políticos parecen irreductibles? ¿Por qué nuestra vida pública está llena de una absoluta incomprensión respecto de las posición de los otros? Roger Bartra lo explica extraordinariamente bien en el número de diciembre de “Letras Libres”. En su artículo “La sombra del futuro”, nos explica que los protagonistas de nuestra vida pública viven en diferentes tiempos históricos.
Bartra retoma una frase de Ernst Bloch: No toda la gente vive en el mismo ahora. Y eso se traduce en desencuentros que van mucho más allá de las diferencias ideológicas con las que puede funcionar una democracia. Los componentes del sistema político mexicano coinciden simultáneamente en la lucha electoral e ideológica pero no son contemporáneos. “En México se confrontan quienes piensan que la democracia ya existía desde hace mucho tiempo, quienes creen que la democracia llegó a fines del siglo XX, quienes creen que la democracia todavía no llega y quienes simplemente no creen en la democracia”.
No hay piso común a partir del cuál confrontarse de forma civilizada y fecunda. No se vive en la misma época y no se interpreta la realidad a partir de un código compartido. Por eso en México no hay conflicto y confrontación, sino polarización.
El otro es un enemigo y las diferencias son irreconciliables. Polarizó Vicente Fox cuando trató de impedir a toda costa el triunfo de López Obrador, polarizó Calderón cuando cimentó su triunfo en el miedo al peligro para México, polarizó López Obrador cuando interpretó como un fraude (a la antigua) lo que fue una derrota en las urnas.
Dice Bartra: Si un político de derecha considera que sus adversarios de izquierda son en realidad peligrosos conspiradores subversivos (…) será muy difícil que conviva con ellos sin tratar de exterminarlos (…) si un político de izquierda cree que la derecha es cuasifascista, esencialmente abusiva y absolutamente incapaz de ser moderna, que no es más que un complot de los ricos para vender el país al extranjero, no veo cómo podrá aceptar que gobierne sin intentar derrocarla”. Sin duda, en eso estamos.
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