México

Tren parlamentario

Pendientes desde hace 200 años

El miércoles 15, la Cámara de Diputados celebrará una sesión solemne en la que los partidos políticos que tienen representación ahí se posicionarán en torno del Bicentenario del inicio de la lucha armada por la Independencia de México.

A pesar de que se ha hablado de las festividades del Bicentenario de aquella guerra que insufló un grupo de personas lideradas por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, entonces encargado del curato del pueblo guanajuatense de Dolores, y del Centenario del inicio de la otra guerra aquella, conocida como Revolución de 1910, los legisladores mexicanos no se habían dado la oportunidad de hablar sobre el tema, en una sesión ex profeso.

Opinar del Bicentenario y del Centenario a la mera hora, sugiere el mensaje político de que las instituciones encargadas del pensamiento y la reflexión sobre las teorías y prácticas del Estado (las cámaras de Diputados y de Senadores), no han querido que se sobrecaliente el tema.

Y ello, evidentemente, se pone en concordancia con la inocultable intención de la Presidencia de la República de ir apagando un debate que, indefectiblemente,  giraría en torno de  la revisión cosmogónica del país, esto es su pasado, su cultura, su actualidad y su visión de futuro dentro de la mundialización que viven todas las sociedades en esta generación.

La efeméride de marras ofrece a los legisladores y al país entero la oportunidad de  revisar  el pasado, presente y futuro, justo en una época aciaga de México, como es la actual, en la que toda una generación  atraviesa por uno de las noches más negras de la historia nacional.

Hace muchos sexenios que en el país no se hablaba con tanto denuedo de traición y muerte, como en el actual.  Y de  la pérdida de la brújula de toda una generación de jóvenes mexicanos, que o no estudian, ni trabajan, y sí en cambio muchos mueren o matan en  una guerra de la que sólo hay dos claros beneficiarios: quienes controlan a la industria de las armas de los Estados Unidos  y el gobierno mismo de aquel país,  que como nunca antes ahora ha tenido la oportunidad de meterse en la vida de México, sin que necesite —por el momento, todavía— tener que ocupar militarmente suelo mexicano, como ya lo hizo en 1846-47 y en 1914.

El Bicentenario y el Centenario —si así lo quisieran los legisladores mexicanos— podrían ser inspiradores  también de  debates muy sentidos, muy graves y muy importantes como aquel de las leyes y la justicia, que ha estado pendiente durante centurias.

¿Qué tan justas son las leyes en México? Es una pregunta de capital importancia para la vida de un país  que ha navegado siempre en un sistema jurídico muchas veces tramposo, que se presta siempre a más de una interpretación y que  tal parece que estuviera hecho para que los que tienen riqueza material en abundancia la tengan más, junto con impunidad incluidas a las instituciones a su servicio.

La justicia y la legalidad en México definitivamente distan de ser hermanas gemelas, o cuando menos primas de segundo o tercer grados.  A una se le ve en una orilla del cantil. A la otra, en el otro extremo.

De estas cuestiones deberían hablar los diputados y senadores, ahora que tienen la oportunidad de emitir opiniones a propósito del bicentenario y del centenario.  Difícilmente lo harán, porque —para infortunio de la República— la clase política actual no se ha distinguido precisamente por trabajar en torno de la visión de país, uno de esos debates pendientes, pospuestos, desde hace 200 años.
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