México

Tren parlamentario

Sísifo

El Estado mexicano ha vuelto a probar ayer la amargura de Sísifo en su relación tan desigual que desde siempre ha sostenido con el no menos convenenciero e hipócrita Estados Unidos de América.

Sísifo —según la antigua mitología griega— era un rey hijo de un dios que provocó el enojo de los dioses por sus grandes recursos mentales y fue condenado a subir eternamente una gran roca a lo más alto de una montaña, para que ésta rodara de inmediato y se repitiera siempre el tremendo esfuerzo de llevarla montaña arriba.

Cuando ayer Felipe Calderón Hinojosa —desde su condición de Jefe del Estado mexicano— se apersonó ante el pleno de las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos, supo él y supo esta República nuestra que los estadounidenses no harán nada —pero nada— que no encaje en su ya histórica política de país que lo ha colocado por encima de los demás, sustentándose a ultranza en su fuerza económica y —se ha visto reiteradamente— militar.

En su discurso, Calderón planteó fundamentalmente a los legisladores estadounidenses que construyan dos leyes: una que regule la venta de armas y otra que legalice la situación migratoria de millones de personas, la mayoría de origen mexicano que se la han pasado durante años deslomándose y robusteciendo una economía —la norteamericana— que sigue siendo todavía la más fuerte del mundo.

Fue un encontronazo. Y más allá de los aplausos, pudo verse el rostro rígido, glacial, del grupo de legisladores del Partido Republicano, que ya respondieron diciendo que “no renunciarán a cualquiera de sus libertades en respuesta a los problemas de otro país”.

Lo dijo así un senador republicano, John Comyn, en respuesta al planteamiento de Calderón: regular la venta de armas porque muchas de ellas caen en manos de delincuentes.

Estados Unidos ha justificado su política de libre venta de armas argumentando que encaja en la libertad de mercado que ellos dicen defender.

Desde su óptica, los norteamericanos miran a la industria de las armas como un instrumento de política económica y de control político hacia otros estados.

En México, las autoridades hacendarias han calculado que los narcotraficantes mueven unos 40 mil millones de dólares anuales. Y estos criminales se han parapetado para realizar sus negocios no con navajas ni piedras ni resorteras, sino con armas sofisticadas que, invariablemente, les surte la industria de las armas de los Estados Unidos.

Ayer, Calderón lo dijo de manera explícita, en su inobjetable discurso ante el pleno de aquel congreso: el negocio de las armas es un negocio que, sin embargo, causa dolor no sólo a mexicanos, sino también a los ciudadanos de aquel país, porque se fortalecen los criminales que les surten droga para su, por cierto, imparable consumo.

“Siento un profundo respeto por la Constitución norteamericana y el derecho que consagra a poseer armas de fuego”, dijo Calderón a los senadores y representantes estadounidenses. “Pero tienen que saber que muchas de esas armas no van a manos de honestos ciudadanos sino a manos de criminales”.

A poco de su discurso, los legisladores del Partido Republicano le contestaban con declaraciones que no pintan más que malos augurios para México.

Al margen de los resultados que Calderón pudiera rescatar de su visita de Estado por aquel país vecino, hubo ayer en los territorios del Congreso mexicano voces que festejaban el tono con que enfrentó a los estadounidenses.

El senador Carlos Navarrete, presidente del Senado mexicano, tuvo ayer un tono similar al de Calderón, y ha exhortado a la comunidad hispana que radica en los Estados Unidos a votar de plano por el Partido Demócrata.

Navarrete se echó para delante luego de que senadores estadounidenses del Partido Republicano reclamaron al Presidente mexicano haber opinado sobre asuntos internos de aquel país.

Se podía leer anoche, en Xicoténcatl, una versión estenográfica sobre lo que había dicho Navarrete al medio día, en Washington: “No tengo ningún problema en expresar que como veo las circunstancias en el Congreso (norteamericano) sería útil y le serviría a México que los migrantes den un triunfo a los demócratas, para ampliar la mayoría en la Cámara (de Senadores norteamericano) y en la Asamblea de Representantes, y eso posibilitaría la reforma que se requiere para proteger a los migrantes”.

Calderón había criticado la ley de Arizona que criminaliza a los inmigrantes sin documentación que les legalice su estancia en aquel país.

Libertad de expresión

Este jueves, en la primera jornada del sexto foro internacional sobre libertad de expresión, celebrado en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, la doctora en Derecho Socorro Apreza Delgado ha dicho que debe crearse pronto un organismo regulador constitucional y autónomo que garantice el pluralismo informativo para evitar que los monopolios o oligopolios en los medios de comunicación atenten contra la libertad de expresión. Y que regule también la publicidad oficial con garantía de independencia y autonomía.

Mariano Morales, un renombrado periodista poblano que también es directivo de los diarios “Síntesis” de Puebla, Tlaxcala e Hidalgo, ha dicho que medios mexicanos —específicamente del sector de la televisión— crecieron tan desmesuradamente que impusieron su agenda al Estado mexicano, y se han convertido en otro poder fáctico.

Allí, Armando Prida Huerta, presidente de la Fundación para la Libertad de Expresión, ha reiterado una propuesta que ha estado impulsando desde hace más de un año: que la Secretaría de Educación Pública incluya en los libros de texto de la educación básica un capítulo sobre la libertad de expresión.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando