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A los 93 años de edad la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos fue vista ayer a contraluz en el patio central de Xicoténcatl

Tentaciones

A los 93 años de edad la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos fue vista ayer a contraluz en el patio central de Xicoténcatl. Y de esos destellos –emitidos por estudios de expertos del derecho constitucional-- ha escapado la visión de un cuerpo lacerado y con parches hasta en las pestañas; aunque también con huesos sanos todavía, que bien podrían sostener al aparato institucional del país, de mucha mejor forma, si no hubiera tanta vocación por la impunidad. Y tantas ganas todavía de quienes ostentan el poder de hacerla un instrumento de dominio de la sociedad.

El Senado de la República celebraba el Nonagésimo Tercer Aniversario de la Promulgación de la Constitución; la de 1917; la de aquel 5 de febrero en Querétaro. Y se vestía de luces ese patio, verdaderamente, porque nada menos estaban allí los doctores de derecho constitucional Gastón Enríquez Fuentes, Luis Gerardo Samaniego, Óscar Cruz Barney, Daniel Barceló, Salvador Valencia, Miguel Ángel Rodríguez, Héctor González y Héctor Fix-Fierro (hijo de aquel maestro legendario de la Facultad de Derecho, Héctor Fix Zamudio). Fix-Fierro es el presidente del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Presentaban una colección de cinco libros, que denominaron: “Historia de las Instituciones Jurídicas de los Estados de la República Mexicana”, editada por el Senado y bajo la coordinación de los doctores Patricia Galeana y Daniel Barceló.

La colección, decía Fix-Fierro, forma parte de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, “acontecimientos históricos”, decía, “que tuvieron profundos efectos sobre nuestro orden jurídico y, en particular, sobre nuestra vida constitucional”.

Hacía un instante, el organizador de la presentación –el senador del PRI, Melquíades Morales Flores, presidente de la Comisión Especial encargada de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana del Senado de la República- había anunciado que habría comentarios sobre lo que han dado en llamar “El Constitucionalismo mexicano. Influencias trasatlánticas y contemporáneas”.

Y comenzaba el primer orador: el senador de Convergencia Luis Maldonado Venegas. “Emilio Rabasa”, citó Maldonado al maestro aquel, “se refirió a un fenómeno político que para 1910 se había institucionalizado en México. Lo llamó la Constitución y la dictadura. Los presidentes gobernaban en nombre de la Constitución, pero lejos de sus mandatos y del pueblo”.

Maldonado diseccionaba en el tiempo. Siguió: “El Estado mexicano era un típico estado de derecho liberal y burgués. Se ejercía el poder con la Constitución en la mano; pero entre el texto de 1857 y la realidad cotidiana del pueblo en lo político, en lo social y lo económico, había un abismo profundo y una distancia hiriente. Muchos eran muy pobres y pocos eran muy ricos”. Y remachaba: “Éstas fueron, a grosso modo, las condiciones que avivaron la erupción armada de 1910”.

Entonces el turno de Ricardo Monreal, senador del PT. Fue él quien recordó que la Constitución mexicana ha tenido en 93 años “más de 500 reformas, adiciones o modificaciones”, contra las 27 que ha tenido, verbigracia, la norteamericana en 223 años. La de Gran Bretaña, decía también, casi no ha sido reformada en ocho siglos.

Ernesto Zedillo, ejemplificaba, pidió 78 modificaciones constitucionales; Miguel de la Madrid, 61, “y el señor Calderón (lleva) 55 en su primer trienio”.

Turno de Beltrones. “Coincido”, dijo, “y en mucho, sobre la pertinencia de un esfuerzo magno, que posibilitase la construcción de una nueva Constitución. Pero mientras esto no se dé, tendremos que acogernos al 135 de la Constitución, que prevé reformar, adecuar, modernizar nuestra Constitución en beneficio de todos nosotros”.

Beltrones tiró entonces una línea a su bancada: “Más allá de la necesidad de un nuevo texto… lo que debatimos son los caminos para llegar a nuestra meta y nuestra clave y creo que aquí es en donde está el debate; es la reforma del Estado”.

¿Bola o recta? Eso tiraba Beltrones. Y a quien se dirigía no eran a otros que a ese sector del gobierno de Calderón que, en los últimos días, acomoda declaraciones con la intención evidente de calentar los ánimos en favor de que vuelvan los toques de queda en algunas regiones de México, teniendo como primer candidato a Ciudad Juárez.

VICENTE BELLO
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