México
Todos somos de la tercera edad
Hay quienes se atreven a dejar a sus padres ancianos en el carro estacionado también en esas zonas especiales y con aquella desfachatez decir ''el viejito está ahí dentro''
La idea es muy buena y un ejemplo a seguir no sólo ante la llegada de una justa deportiva, sino como parte una función básica en la vida de cada habitante de esta ciudad.
Pero, ¿cómo pueden lucir esfuerzos de esta naturaleza ante actitudes tan bajas como la de fingir una discapacidad para poder estacionarse en un lugar especial? Aquí unos cuantos ejemplos que han llegado al correo electrónico y otros de los que amargamente he sido testigo: en algunas cadenas de supermercados hay una fila para pagar destinada a personas de la tercera edad o con alguna discapacidad, pero como hay aglomeración en las demás cajas, unas canas y arrugas son el mejor pretexto de hombres y mujeres alrededor de los 50 años (esa edad permite camuflajearse bien de acuerdo al atuendo, postura y cara de desolación) para formarse en esa fila exclusiva, pagar rápido y no perder el tiempo.
Vamos ahora a la clínica 34 del Seguro Social ubicada en la avenida Colón, ahí como en muchas otras clínicas, a los derechohabientes les urge ser atendidos, y como ya esperaron bastante tiempo en el consultorio, no existe ningún tipo de consideración para los abuelos o personas especiales en la farmacia.
Hasta dos horas pasan formados en la unifila soportando el cansancio, enfermedad y hasta malos tratos por tal de recibir las esperadas medicinas, aunque sean casi siempre las mismas: paracetamol y diclofenaco. Pocas veces se ven escenas de cordialidad porque en ese lugar, “todos son iguales”.
Más ejemplos de esta falta de conciencia se dan en algunos estacionamientos de plazas comerciales de la ciudad. A pesar de que existen lugares de fácil acceso —cerca del ingreso— y destinados nuevamente a personas con discapacidad, abuelitos y “futuras mamás” (así dice el letrero) cualquiera se puede acomodar a las especificaciones mencionadas y una barriga o “rosquetón” en el abdomen, ayudan para lucir en estado de gestación. ¿No hay embarazo? No importa, las señoras se estacionan en esos sitios con sus amplias y grandes camionetas porque traen niños, carriola, familiares y hay que evitarse la fatiga de caminar. El cinismo va más allá de lo que se pueda imaginar.
Hay quienes se atreven a dejar a sus padres ancianos en el carro estacionado también en esas zonas especiales y con aquella desfachatez decir “el viejito está ahí dentro” por aquello de los reclamos.
¿Quién hace algo? Nadie. Ni encargados de supermercados, farmacias, los mismos policías, nadie se atreve a ponerle un alto a esta falta de respeto por aquellos que desafortunadamente presentan una limitación y que hacen un esfuerzo mayor por tratar de hacer lo mismo que cualquiera. La sensibilización empieza en casa y se practica, si no, cualquier intención será en vano.
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