México

Todos contra el humor

El humor es por definición políticamente incorrecto. Más aún, la moda de lo políticamente correcto le quitó sal y pimienta a la vida política

El humor es por definición políticamente incorrecto. Más aún, la moda de lo políticamente correcto le quitó sal y pimienta a la vida política.

Todos nos reímos de otros, normalmente del extranjero con el que más convivimos: los mexicanos de los gallegos y de los gringos, y viceversa; los franceses de los suizos y los belgas; los alemanes de los franceses; los argentinos de los uruguayos; los ingleses de todos.

El escándalo de la embajada mexicana en Londres por la burla en el programa especializado en industria automotriz Top Gear sobre el auto deportivo mexicano, y después de lo mexicano en general (la comida, el embajador, los clichés sobre lo flojo de los mexicanos), está absolutamente sobredimensionado.

Me queda claro que la sobre reacción se da porque se burlaron directamente del embajador (“no creo que recibamos quejas de parte de la embajada mexicana; el embajador debe estar sentado con el control remoto durmiendo así”, dijo Jeremy Clarkson).

Después dicen que la comida mexicana es vomitada frita con queso y se sorprenden que un coche mexicano “tenga dirección”.

Nada que no digamos todos los días los mexicanos de nosotros mismos y del resto de las naciones. Fue memorable, por ejemplo, cómo Chucho Salinas y Héctor Lechuga se burlaron de la reina de Inglaterra, Isabel II (la misma que tiene un alzheimer tan perro que ya se le olvidó morirse) cuando vino de visita oficial a México en los años setenta. No recuerdo ninguna nota diplomática al respecto.

Lo primero que uno aprende en análisis del discurso es que el contexto sí importa. Estas palabras dichas en una ceremonia oficial son un ofensa; en una programa de autos donde lo que prevalece es el tono satírico y el humor, es carrilla y nada más; ellos se ríen de nosotros y nosotros de ellos.

Pero la diplomacia mexicana prefiere entretenerse en estas tonterías y hacer escándalos en lugar de atender los verdaderos problemas: el tráfico de personas y armas en nuestras fronteras.

Al involucrar al Senado de la República en esta puesta en escena de la indignación hizo de un tema sin importancia un asunto de Estado. Pero lo peor es la reacción del Imer amenazando con sacar de la programación todos los programas de la BBC.

El castigo no es para la BBC, que no le va a pasar nada si las radiodifusoras del Estado mexicano dejan de retransmitir sus programas, el castigo es para la audiencia que no tendrá acceso a programas de altísima calidad.

Da la impresión que todos, embajador, cancillería, Senado, Imer jugaron para la tribuna. Hicieron de una tontería un gran caso, porque era políticamente correcto y popular hacerlo.

Nada nos gusta tanto como defendernos de los ataques extranjeros, pero nada hacemos para defendernos de nosotros. Lo que realmente hay que defender es el derecho al humor (y por cierto el deportivo mexicano Mastretta MXT se defiende solo).
Síguenos en

Temas

Sigue navegando