México
Temas para reflexionar
Cada seis años, en México se piensa que un cambio de hombres pudiera suponer también una distinta dirección
El prodigio de la Creación, todas las religiones, con fértil imaginación, han tratado de explicarlo, así como la fatalidad del tránsito ineludible y la trascendencia de la vida.
Obviamente, recompensas y castigos a los humanos no han escapado a sus figuraciones. Alá, Jehová, Buda y todos los dioses, cada cual fue creador de un cielo, un nirvana, una mansión celeste donde los justos irían al término de su existencia. Adán, el primer hombre creado por Dios en la religión católica, extasiado por todas las bellezas del mundo y sus criaturas, preguntó a su Dios, creador de la Tierra y el cielo: “Señor, y el infierno ¿cuándo lo vas a hacer?” —No —respondió el Padre—, el infierno lo van a hacer ustedes.
Cuando Iraq era Sumeria, el tiempo subdividió la eternidad y hubo entonces semanas, las semanas tuvieron días y los días tuvieron nombres. Los sacerdotes dibujaron los primeros mapas celestes y bautizaron los astros, las constelaciones y los días. Hemos heredado sus nombres fue fueron pasando de lengua en lengua, del sumerio al babilonio, del babilonio al griego, del griego al latín... Ellos habían llamado dioses a las siete estrellas que se movían en el firmamento, y dioses seguimos llamando, miles de años después, a los siete días que se mueven en el tiempo. Los días de la semana siguen respondiendo, con ligeras variantes, a sus nombres originales: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno, Sol. Lunes, martes, miércoles...
Cada seis años, en México se piensa que un cambio de hombres pudiera suponer también una distinta dirección. Ingenua fantasía.
Sobre la geografía mundial siempre ha habido mucha paja seca que una chispa insignificante puede incendiar. Sarajevo era un punto perdido en la geografía europea, y una bala fue el detonante de la Primera Guerra Mundial que representó millones de muertes. En el equilibrio de los miedos, un error de cálculo, un exceso en la pasión, un desliz en la palabra, y el Apocalipsis irremediablemente nos arrollará.
No basta para la avidez y codicia de los hombres el disfrute de inmensas fortunas. Sufren la pasión de Lady McBeth: aspiran al poder y la gloria.
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