México
Tamalito...
El sensacionalismo de impacto sacude las más recónditas fibras de la sensibilidad humana. Lo que se sufre… Lo que se padece… Lo que duele… Lo que lastima
Derivación de informaciones noticiosas hacen que en las reuniones de los más contrastantes núcleos sociales el tratamiento que recibe el diario acontecer de nuestro país induce a un tenor de desencanto y desilusión, de negativismo, de miedos y temores, de inquietudes y zozobras que a veces nos hace pensar: ¡Caray, ya digan una buena..!
Pero no, porque las buenas no venden… El sensacionalismo de impacto sacude las más recónditas fibras de la sensibilidad humana. Lo que se sufre… Lo que se padece… Lo que duele… Lo que lastima. Vale, sí, la espectacularidad en lo cotidiano. Así…
Así, hablar de inseguridad, de fenómenos meteorológicos que tienen sumidos al país en inundaciones que posteriormente provocarán epidemias; las carencias que fustigan a las clases más necesitadas; asesinatos, extorsiones, secuestros que originan psicosis y complejos de persecución y… Y… Y tantas y tantas cosas más, crean un sentimiento de que las siete plagas han tomado forma en la primera década del segundo milenio.
Un sacerdote, buen amigo mío, con el que comparto como disiento en muchos temas, se arrancó con la sentenciante frase de que Dios está presente en todo el cúmulo de calamidades que están azotando a México. — ¿Y sabes Paco por qué..? ¡Porque se ha perdido el temor a Dios..!
Disiento de todos los disentires, le respondí, porque contrariamente a lo que muchos clérigos establecen, he creído que a Dios no hay que temerle, hay que amarle, ya que el temor induce al miedo y siendo un Dios de amor, pues no, que no va, que no…
Y… PENSÁNDOLO BIEN.
Y… PENSÁNDOLO BIEN, le hablé a Julián, el cura amigo, el caso de “Tamalito…”.
Un pobre que habiendo nacido sin brazos ni piernas, se trasladaba él solo colocándose un casco en la testa en cuya parte superior le había adaptado un cuerno del que se apoyaba clavándolo casi en los muros para empujarse y así no depender de nadie para su movilidad.
Todos en el pueblo le querían compadeciéndolo, hasta que una mañana, estando en la parte alta de una calle de acentuada pendiente, clavando el cuerno se empujó de más tomando alta velocidad y yendo a parar hasta el atrio mismo del templo en donde un grupo de damas de la “Luz Eterna”, que eran disidentes de las de la “Vela Perpetua”, charlaban con el párroco cuando como pinos de boliche se esparcieron cuando “Tamalito” hizo la chuza, saliendo él por un lado y su casco con cuerno del otro.
Reincorporándose las porfirianas féminas como podían y el padrecito echando maldiciones, increpó al pobre minusválido vociferando: — ¡Ya viste endemoniado la que haz hecho, no tienes temor de Dios, y verás que te va a castigar..!— “Tamalito” le respondió cuestionándolo: —¿Queeé, también me va a quitar mi carrito..?–
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