México
Susto por manazo de Obama
Pero eso sí, cuando una víctima es ciudadano, entonces se preocupa todo el Estado mexicano ante el enojo del Gobierno de Obama
Pero eso sí, cuando una víctima es ciudadano estadounidense —o como es el caso, trabajaba en el consulado de Estados Unidos en Juárez—, entonces se preocupa todo el Estado mexicano ante el enojo del Gobierno de Obama. La cancillería también condena el hecho, el Presidente Calderón promete resolver el crimen y hasta llegan a tierras mexicanas expertos al estilo de las exitosas series televisivas “CSI” y “Criminal Mains”, dizque para aclarar el crimen.
Frente al manotazo de Obama, seguramente muy pronto el Gobierno mexicano y las instituciones del Estado darán a conocer que detuvieron a los presuntos responsables, al tiempo que autoridades estadounidenses festejarán la eficacia del Gobierno de Calderón y hasta saldrán a decir que el mexicano no es un Estado fallido.
Y claro, no habrá mayor agravio de los criminales organizados y los narcotraficantes, que haber atentado contra un ciudadano norteamericano que trabajaba para el consulado en Juárez. Y abundarán las voces que dirán que —en efecto— los criminales elevaron la mira a niveles intolerables al atentar contra ciudadanos del vecino país del Norte, con todo lo que ello signifique. Incluso habrá quienes adviertan que el escándalo pondrá en riesgo las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, y sus respectivos embajadores harán todo por desquitar el sueldo. Es decir, apelar a la diplomacia.
Pero nada de todo lo anterior cambiará la realidad que ha generado el narcotráfico y el crimen organizado en las ciudades, pueblos, estados y comunidades que comparten la franja fronteriza ente México y Estados Unidos. ¿Y cuál es esa realidad? Todos la conocen. Y es de pena ajena.
En el fondo pareciera que lo que molesta a Obama, es que los ciudadanos norteamericanos empiezan a poner los muertos. Y que son las balas venidas allende la frontera, las que cuestan la vida a norteamericanos.
Lo curioso del caso es que a un manotazo de Obama, todo el Estado mexicano parece espabilarse y dispuesto a hacer pagar a los criminales. No importa que esos criminales hayan matado a miles de jóvenes mexicanos a cuyos familiares ninguna autoridad prometió justicia.
Pareciera que, de nueva cuenta, asistimos a la reacción del Estado mexicano, ante hechos y ciudadanos de primera y de segunda. Las instituciones parecen eficaces cuando la víctima pertenece a una familia conocida social, política e económicamente, pero son totalmente ineficaces cuando la víctima es un ciudadano de a pie.
Sin duda que Gobierno y Estado mexicanos deben reaccionar bien, de manera eficaz, no sólo en el caso de ciudadanos norteamericanos, sino en todos los casos. Sin embargo, la conciencia colectiva percibe que también en la impartición de justicia hay mexicanos de primera y de segunda.
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