México
‘‘Sueño americano’’
A cambio de no poderse escoger el lugar en que se nace, sí puede decidirse el lugar en que se quiere vivir
Y aunque atreverse a glosar un aforismo tan logrado puede parecer tan necio —y tan ocioso, además— como querer explicar un buen chiste, muy bien puede decirse que, a cambio de no poderse escoger el lugar en que se nace (aunque la más elemental educación recomienda hacerlo en donde esté la madre), sí puede decidirse el lugar en que se quiere vivir.
Caso concreto: la semana pasada, luego de 17 meses de tratar de mantenerse en la cuerda floja mediante declaraciones tibias, ambivalentes —el clásico “sí... pero no”—, con respecto al espinoso asunto de la reforma migratoria, el presidente norteamericano, Barack Obama, abrió de par la ventana a los más legítimos anhelos de millones de estadounidenses por elección, por decisión propia, aunque nacidos en otros países (México entre ellos), al decantarse abiertamente por el “Sí”.
Lo hizo al admitir, por una parte, que constituye una grosera paradoja que una nación construida metódicamente por inmigrantes, pretenda expulsar abruptamente a millones de ellos, y, por la otra, la aberración jurídica de atropellar derechos para aplicar la ley, como podría suceder si se aplican a rajatabla disposiciones como la se aprobó en Arizona, que permitirá detener, procesar y expulsar a cualquier ciudadano que no pueda probar su estancia legal en la Unión Americana.
Puesto que también allá aplica el apotegma foxiano de “El Presidente propone y el Congreso dispone”, aún falta que a partir del nuevo debate sobre el tema que se abrirá en las cámaras de representantes y de senadores, se concreten las reglas que permitan la regularización, entre otros, de los millones de mexicanos que —como reza el tópico— “cruzaron la frontera en busca del sueño americano”...
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Es probable que aquí, cuando eso, al fin del cuento, ocurra, haya expresiones triunfalistas (“¡Sí se pudo, sí se pudo...!”); es probable que, desde las esferas del poder, más de cuatro aprovechen para colgarse —“modestia aparte...”— algunas medallas en la solapa...
Muchos dirán que los cabildeos, gestiones y “exigencias” en ese sentido, surgidos desde México, dieron, finalmente, los frutos apetecidos.
Pocos repararán, en cambio, en que el fenómeno de la emigración de mexicanos hacia los Estados Unidos se compone de dos factores: uno, la esperanza de que en tierra extraña se pueda vivir mejor; otro... la convicción de que la que la que se tiene en un país en que la pobreza y la injusticia social se han institucionalizado por obra y desgracia de comaladas de malos gobernantes —notoria, infinita, escandalosamente mejores para prometer que para cumplir, simplemente no es vida.
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