
México
¿Se ha hecho justicia?
¿Los elogios no cesan para una acción que culmina en el triunfo del mundo civilizado con el empleo de métodos incivilizados? ¿Una acción unilateral aplaudida por los fans del multilateralismo?
El presidente Barack Obama anuncia a las pocas horas que ha sido liquidado el enemigo número uno en la guerra global contra el narcotráfico, responsable de la muerte de decenas de miles de personas y de envenenar con el comercio de drogas a miles de niños y jóvenes estadounidenses y mexicanos. “Se ha hecho justicia”, declara.
Ante las dudas por la posible complicidad de las fuerzas de seguridad de un país candidato a “Estado fallido”, funcionarios de Estados Unidos agradecen la valiosa cooperación sin precedente del Gobierno de México y recuerdan que ningún otro país ha capturado o abatido a tantos narcotraficantes como el mexicano.
El relato es obviamente ficción, pero si realmente sucediera, ¿nadie se preguntaría sobre la legalidad de la acción? ¿El Gobierno mexicano saldría a aplaudir a su vecino? ¿Un criminal repudidado en el mundo amerita una ejecución extrajudicial (los funcionarios de Estados Unidos se han mostrado reservados sobre qué hizo Bin Laden personalmente durante el operativo)? ¿Es lo de menos que se haya invadido espacio y territorio de un Estado soberano sin autorización de la ONU? ¿Los elogios no cesan para una acción que culmina en el triunfo del mundo civilizado con el empleo de métodos incivilizados? ¿Una acción unilateral aplaudida por los fans del multilateralismo? ¿Nadie pone un pero a que el bien venza al mal sin importar cómo?
Se justifica y entiende la euforia de las víctimas de los atentados del 11-S y sus consecuentes guerras. Pero esto no debe impedir que se hagan las preguntas fundamentales sobre la legalidad de los métodos. Por malnacido que sea el adversario, la civilización está obligada a poner el ejemplo. Lo otro conduce a la anarquía, el autoritarismo y el fin del orden social.
Qué bueno que sean combatidos, pero no parece recomendable aceptar que el camino para “hacer justicia” se construya con información obtenida presuntamente mediante torturas posteriores a detenciones tachadas de ilegales y luego con operaciones militares por encima de la ley internacional, porque al fin de esa senda ya no podremos distinguir entre gobiernos y cárteles o ligas terroristas. Y la justicia no radicará en los tribunales, sino en la capacidad para matar.
Saciamorbos
Hace cinco años, una tragedia minera catapultó y hundió a un secretario de Estado. A ver los saldos políticos de la dramática explosión de ayer.
Síguenos en