México

Santa-annismo moderno

Cambiar de bando de una manera radical puede tener muchas justificaciones, pero en el fondo no deja de producir un fuerte tufo a traición


En términos de modernidad y como alarde de ideas avanzadas, se ha oído hablar de las alianzas de partidos políticos en las últimas semanas. Confieso que me ha parecido una muestra grandiosa de cinismo tratar de convencer a la opinión pública de su validez moral.

También confieso que, con base en lo que se dice, no puedo dejar de pensar en las alianzas estrambóticas de Antonio López de Santa Anna, pero que, a menor escala, antaño y hogaño, ha llegado a contar con muchos émulos.

Cambiar de bando de una manera radical puede tener muchas justificaciones, pero en el fondo no deja de producir un fuerte tufo a traición. Más aún cuando lo que se persigue con tales bandazos no es otra cosa que buscar la permanencia en la nómina oficial.

Nuestro querido prócer veracruzano, tan alabado y lambisconeado en su tiempo por uno de los pocos ideólogos consistentes de la derecha mexicana, Lucas Alamán, dio muestras claras de que, en el fondo, le importaba un soberano cacahuate la dirección que tomara el país. Su objetivo era simplemente estar al frente de él.

Santa Anna pertenecía a esa criollada que abrazó la idea de la independencia pensando solamente en substituir a las autoridades españolas sin importarles lo más mínimo la necesaria renovación social que levantó en armas a tantos desposeídos. De esta manera, en un cuarto de siglo pasó del liberalismo federal —la izquierda más aguzada de entonces— a la monarquía y la condición de Alteza Serenísima.

Podemos suponer que, tanto el panismo hegemónico como los famosos chuchos, que han probado las mieles de la administración pública, máxime ahora que, gracias a los gobiernos blanquiazules, los altos funcionarios han sido dotados de los mayores salarios de toda la historia mexicana y las mordidas han alcanzado niveles nunca vistos, les causa una enorme zozobra sólo pensar que podrán quedar al margen de la prebenda.

Desgraciadamente no hemos visto en toda la argumentación a favor de aliarse con sus contrarios absolutamente nada que nos disuada de pensar que su objetivo es la defensa de su posición en el candelero, sin más objetivo que el de estar ahí. Hay una diferencia importante, sí, entre Santa Anna y ellos, a éste la política y la vanagloria le costó dinero: entró a la política rico y salió pobre, mientras que sus émulos en la modernidad parecen pensar más en la nómina que otra cosa.

—Ahora voy a tener que trabajar para vivir y no sé hacer nada (decía un empleado del Ayuntamiento de Guadalajara, de apellido pomadoso, después de 15 años de pervivencia en su cargo, cuando el PAN perdió las elecciones municipales). Lo bueno es que tengo mis buenos ahorritos, en dólares por supuesto.

Por lo visto, la modernidad mexicana goza de una buena antigüedad.

Por fortuna, quedan en la izquierda mexicana dignos exponentes de la integridad y coherencia.
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