México

Salud y buen provecho

Cualquier recomendación de tolerancia puede parecer desde inútil y hasta ridícula, a pesar de las medidas sutiles de la autoridad

Apenas ingresamos al mes más controversial del año: entusiasmo de festejos tradicionales y riesgos mayores en las saturadas ciudades y carreteras, donde los desplazamientos llevan el germen de la imprudencia incontrolable.

Cualquier recomendación de tolerancia puede parecer desde inútil y hasta ridícula, a pesar de las medidas sutiles de la autoridad. Velocidad vehicular e inconciencia peatonal integran el binomio de la desgracia estimulada por elementos ajenos al bienestar tranquilo en el tránsito de este mes festivo.

Los esfuerzos de control son muchos, aunque insuficientes para prevenir y eventualmente sancionar al transgresor. Y es que estamos atrasados tecnológicamente para combatir la anarquía por medios inhibidores de la infracción y el peligro. Ya existen sistemas de vigilancia y posterior sanción, que desgraciadamente por costosos no tiene la Zona Conurbada de Guadalajara. Los rudimentarios sistemas de vigilancia son insuficientes y la cultura vial de prevención, propia y ajena, no alcanza para redimir la imprudencia integradora de estadísticas con la fatalidad.

La concentración humana estimada en cifra cercana a los cinco millones no es proporcional al parque vehicular de un millón 700 automotores; desgraciadamente no todos en condiciones óptimas de funcionamiento y tampoco conducidos con la destreza y respeto al reglamento.

La recepción del dinero, propia de este mes, prodiga estímulo económico y entusiasmo conducente al festejo que con irónico descuido se le llama “puente Guadalupe–Reyes” con las más diversas formas de celebración dentro y fuera de la ciudad, todas igualmente plagadas de riesgos imprevistos para los que sólo hay el intangible de la prevención y la prudencia.

El “hubiera” es palabra inútil ante un suceso infortunado en calles o carreteras, donde impera el ímpetu de la velocidad y eventual impericia. Ningún señalamiento es despreciable. Tampoco el respeto a las autoridades y acatamiento de recomendaciones emanadas por la familia, principalmente con el buen ejemplo.

Dio inicio el mes de las fatalidades y con él también el de la prevención que ofrezca un resultado con menor número de eventos negativos en nuestro Estado, donde se debe demostrar civismo y la cultura del respeto. Ésta será, sin duda, una forma de orgullo, antes que la denigración.

En estos días de diciembre tenemos la oportunidad de mostrar los principios de respeto, consideración y dignidad al transitar con seguridad, con tranquilidad y en paz hacia el año venidero; sin reproches o culpas para autoridades u otros terceros, sino desempeñando con honestidad nuestra vivencia en sociedad. Es tiempo de cerrar la puerta a la adversidad, poniendo todo cuanto esté a nuestro alcance para cumplir y hacer cumplir las líneas de comportamiento.
Dios nos guarde de la discordia.
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