México

Quiero desvelarme

No puede ser que la que se presume como capital liberal, aplique a sus habitantes la conservadora medida de racionar el alcohol

No puede ser que en la segunda ciudad más grande del mundo los centros nocturnos cierren a las 2 a.m. No puede ser que la que se presume como capital liberal internacional — bodas homosexuales, adopciones gay, 18 mil encuerados en el Zócalo— aplique a sus habitantes la conservadora medida de racionar el alcohol.

Cerrar temprano porque la población se embriaga y mata con sus automóviles, es equivalente a fomentar la abstinencia sexual porque los gobernados esparcen el sida y se embarazan sin planearlo. Es una incongruencia que un Gobierno reparta condones mientras ordena que todo mundo suspenda la diversión cuando “la noche es joven” aún. No se puede fomentar la libertad individual con una mano y cancelarla con la otra.

Un Gobierno conservador restringe las libertades, uno liberal acompaña con políticas públicas su ejercicio. El primero le tiene miedo a la libertad, el segundo se debe a ella. Uno obliga y el otro encauza.

El esquema actual tiene un tufo de ultraderecha desde el nombre: a todo lugar que abra en la noche, desde el Gobierno central se le denomina antro o giro negro. Según la Real Academia de la Lengua Española, antro es “local, establecimiento, vivienda, etc., de mal aspecto o reputación”, y giro negro el “conjunto de operaciones y negocios (en este caso negros, oscuros, ilegales) de una empresa”.

Si la lógica preocupación de la administración de Marcelo Ebrard es que la gente que se emborracha conduzca sus vehículos y dispare los atropellamientos y accidentes, su solución de cerrar los antros temprano es casi tanto como prohibir el uso de vehículos particulares en la madrugada.

El alcoholímetro es una espléndida medida que respeta las decisiones individuales de los gobernados, pero aplica la ley sin distingos. Si es insuficiente hay que profundizar por esa ruta, no cambiar al camino del conservadurismo.

Una opción sería lo que hacen en Colombia —país con narcotráfico, homicidios, terrorismo y secuestros—, donde los sitios de diversión ofrecen conductores designados confiables que el cliente paga si bebió más de lo que preveía. En algunos lugares de México esa medida ha tenido éxito y podría generalizarse.

Pero eso de parar a las 2 de la mañana cuentas y pistas a partir del balazo contra Cabañas, porque “ahora sí” se va a aplicar la ley que habían rebasado empresarios-clientes-funcionarios por la ruta de la corrupción, sólo ha generado que se multipliquen las visitas a sitios clandestinos que venden bebidas adulteradas, las “fiestas privadas” (que invitan a los dos mil 500 mejores amigos del festejado noche a noche) y las peleas afuera de los “antros” entre los irritados porque de golpe les interrumpieron la fiesta, los corrieron y les orillaron a pedir sus coches al valet o buscar un transporte, todo y todos al mismo tiempo. Pienso que debe cambiarse la ley.

Saciamorbos

Líder radical entre los radicales, poniendo en jaque la ciudad desde octubre, para algunos en rebelión porque su jefe quiere negociar, y él, desayunando en el lujoso hotel Four Seasons.
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