México
¿Qué tan lejos está Egipto?
La ola de liberación que recorre África recuerda, inevitablemente, a las protestas de 1968 que brotaron en Francia y que a través de varios países llegaron a México
Paradójicamente, la gran obra se concreta en África, el Continente que por ser aparentemente uno de los más pobres y retrasados, no podía ser germen de cambio.
Los gobiernos que dirigen a las potencias militares y económicas en Occidente, ven con la respiración contenida cómo se echó a andar en los países del Norte africano un mecanismo que con rapidez increíble, derriba los gobiernos autoritarios o de plano ilegítimos que por décadas han sometido a sus poblaciones y mantenían, en un juego perverso, con el equilibrio mundial de la geopolítica que le convino a europeos y norteamericanos.
Primero fue Túnez, donde un dictador (Ben Alí) que había mantenido el poder durante 27 años, no supo siquiera en qué momento se quedó sin Fuerzas Armadas, sin partido político, sin aliados internos o externos; en unas horas debió salir huyendo de la nación que él y su familia administraban como propiedad privada.
Apenas corrió un viento de renovación democrática por Túnez, se habló de la posibilidad de su desplazamiento por el resto de las naciones africanas de la zona, gobernadas todas por tiranos parecidos o monarquías absolutistas. Pasaron unos días y el pronóstico se hizo realidad en Egipto.
Justo ahora (si no ha ocurrido ya) mientras este diario circula, millones de egipcios congregados en las principales ciudades tratan de dar el último empujón a su dictador de 30 años, Hosni Mubarak, quien como todos los de su especie, se aferra al poder, aunque sin garantizar para los ciudadanos que pretende gobernar las condiciones mínimas de libertad y desarrollo propias de sistemas democráticos (debe considerarse que en tres décadas, Mubarak sólo aceptó la celebración de unas elecciones, con las que ha querido legitimarse).
Mientras este segundo dictador cae, los gobernantes vecinos se preparan, algunos con el endurecimiento de su poder y otros con medidas que alivien la presión a través de subsidios públicos, abastecimiento de alimentos o algunas tímidas concesiones de libertad ciudadana.
La ola de liberación que recorre África recuerda, inevitablemente, a las protestas de 1968 que brotaron en Francia y que a través de varios países llegaron a México y sembraron el fin de aquel monolítico presidencialismo del PRI.
Pese a la distancia geográfica, las nuevas tecnologías facilitan cuestionarse si Egipto está tan lejos que los mexicanos, los jaliscienses, no puedan tomar lo mejor de esta reacción masiva completamente plural y secular (lo cual es una sorpresa sobre otra sorpresa en países musulmanes) para obligar a las elites del poder a cambiar o irse, porque deben colocar la dignidad de las personas, no sus inconfesables intereses, en el centro de la política.
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