México

Premiar y no premiar

Una fiesta de periodistas que rebasó al gremio y se convirtió en acto político de crítica y autocrítica, atribuciones que, por otra parte, caracterizan al buen periodismo de nuestra época

MADRID.- El premio a los políticos se declaró desierto. Las dos grandes organizaciones de periodistas españoles, que cada año premian a los mejores del oficio y a quienes destacan en otros como la economía, la política y los deportes, consideraron que la labor de los políticos no merece ningún reconocimiento, por “la incapacidad de todos los dirigentes políticos de llegar a un consenso o fórmula para gestionar la actual crisis económica, financiera y social”.

La fiesta había comenzado en medio de la alegría de los triunfos, en una sala transparente del Retiro, con un público representante de la cultura y la inteligencia españolas. Comenzó con palabras de Carmen Enríquez, presidenta del Club Internacional de Prensa, quien después de la obligada bienvenida vació el jarro de agua más fría que la temperatura del Madrid de enero: “… son ya tres mil 500 los periodistas que han perdido su empleo en los últimos dos años… el periodismo tradicional está en crisis y nadie sabe cuál es la solución ni cómo va a terminar esto”.

Lo inesperado subió de tono cuando tomó la palabra Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, y decidió, político fino de la nueva generación, no nadar de muertito, sino agarrar el toro por los cuernos: “Esta llamada resulta urgente y provechosa… debemos tomar nota del motivo de censura que supone declarar desierto este premio… ser plenamente conscientes de que hay una demanda de la sociedad, de que ese reproche… no llegar a un consenso… es el que se nos hace este día a la clase política… me corresponde ser plenamente consciente de que hay una demanda para que en momentos de gravedad existan respuestas que, por encima de las diferencias ideológicas, articulen una confianza para toda la sociedad. Soy plenamente consciente de que… hay determinados momentos en los que la recuperación de esa confianza… exige que haya una superación de esas propias diferencias”.

Terminó don Alberto, del Partido Popular, incluyéndonos: “Hoy, ni políticos ni periodistas están a la cabeza de la popularidad ni de la estima de los ciudadanos”.

Francisco Javier Rojo, presidente del Senado, me entregó mi premio con palabras afectuosas. Con el premiado Consorcio del Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812 hice cita para vernos el año próximo en el Zócalo, oficialmente Plaza de la Constitución en honor de aquella “Pepa”, apodo que ganó por haber sido promulgada el día de San José.

Una fiesta de periodistas que rebasó al gremio y se convirtió en acto político de crítica y autocrítica, atribuciones que, por otra parte, caracterizan al buen periodismo de nuestra época.
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