México

Pos, ¿dónde andas, Hércules?

¿pos dónde andará ese Hércules para que de una vez por todas acabe con esta hidra con todo y sus mil cabezas?

Esta semana, Barack Obama dio por terminada la guerra con Iraq, guerra que se inició después del 11 de septiembre de 2001 cuando 14 miembros del Al-Queda llevaron a cabo sus atentados suicidas, secuestrando cuatro aviones de pasajeros hasta que destruyeron las Torres Gemelas en Nueva York matando a tres mil personas y desatando a los perros de una guerra que parecía no tenía fin, como si el enemigo fuese la Hidra de Lerna de las mil cabezas.

La guerra se inició con el deseo de vengarse y, al mismo tiempo, acabar con las cabezas de ese movimiento que cambió los hábitos y costumbres en Occidente y que ha dejado a los estadounidenses heridos en lo más íntimo de su ser, en eso que la ONU ha definido como el más “horrendo ataque terrorista”.

Pensábamos que en México estábamos fuera de ese ámbito delimitado por las guerras sórdidas en donde el enemigo no está a la vista, ni hay campo de batalla, como sucedía una y mil veces en la historia universal y como ahora me viene a la cabeza la que enfrentaron los griegos en el año 480 a.C. contra Jerjes, el rey persa que pretendía conquistar a Grecia con un Ejército enorme, pero que nunca se imaginó que iba a ser derrotado por unos 300 campesinos griegos que llegaron de 70 polis dispuestos a derrotar a ese monstruo.

Esquilo escribió Las Persas, una tragedia en donde hablan los vencidos para que el público se pusiera en su lugar y escuchara los lamentos de las viudas cuyos maridos habían muerto en Salamina: Atossa, la madre de Jerjes, era una de ellas.

Una mujer atormentada por la ausencia desde que su hijo partió con su Ejército “con el deseo de asolar la tierra de Jonia” y, desde entonces, “son mil los sueños que me asaltan de continuo”.

Luego escuchamos el reporte de Jerjes —que escapó de milagro de la mandarina—, para decirnos que todos cayeron de golpe y, “palpitantes aún, yacen en la Costa mirando a la antigua y odiosa Atenas”.

La guerra sin fin contra del terrorismo se parece a la que enfrentamos desde 2006 ante un enemigo que ataca sin dar la cara, en donde los cabecillas que mueren se reproducen como otra hidra de muchas cabezas.

Es una guerra sin fin, como la que enfrentó Hércules contra la Hidra de Lerna cuando la venció ayudado por su sobrino Yolao, con unas flechas encendidas y quemando con tizones cada una de las heridas para imposibilitar que pudiese reproducirse.

Por eso nos preguntamos ¿pos dónde andará ese Hércules para que de una vez por todas acabe con esta hidra con todo y sus mil cabezas?
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