México

Popularidad o prestigio

Dan ganas de detenerse por un momento para reflexionar dónde estamos después de un siglo de la Revolución y dos de la Independencia

Esta semana de celebraciones, puentes y banderas que pululan por todos lados, dan ganas de detenerse por un momento para reflexionar dónde estamos después de un siglo de la Revolución y dos de la Independencia, para darnos cuenta de las diferencias fundamentales de las que gozamos ahora, en ésta, nuestra hora en el escenario.

Platicando de esto y de la importancia de conocer la Historia (con H mayúscula) a través de nuestra historia familiar, resulta que me encuentro a mi amigo Gonzalo Lebrija en Nuevo Vallarta y, tequila en mano, salió a colación la obra de uno de sus bisabuelos que viene como anillo al dedo para esta sabatina Tertulia.

Se trata de las anécdotas del doctor Francisco Gómez Vázquez, un hombre que trabajó con Francisco Madero como consejero ese año que fue presidente y, por eso, un día se atrevió recomendarle que no pusiera a un tal señor Calero como secretario de Relaciones, tal como ya lo había anunciado a la prensa, “porque eso era poner de jefe de gabinete a un individuo que no era, ni podía ser revolucionario, aunque fuese inteligente e instruido, pues podría redundar en su perjuicio, dadas la condiciones reinantes”.

Cuando escuchó esto don Francisco, le dijo: “Yo no tengo nada que decir del licenciado Calero, porque se ha portado muy bien conmigo, pues ningún asunto de importancia se ha resuelto en el Ministerio de Justicia sin que antes haya consultado mi opinión.

Además, debo decirle a usted, que todo el que se acoge a la popularidad de Madero, nada tiene que temer”.

Pero el doctor Vázquez Gómez tomó su distancia y alcanzó a debatirle diciéndole que “la popularidad se adquiere fácilmente y se pierde del mismo modo: pero el prestigio es obra del tiempo y de muchos hechos meritorios, es algo que se obtiene con dificultad y que difícilmente se pierde; usted tiene la popularidad, pero no ha logrado el prestigio y (por eso, debe darse cuenta) que el señor Calero no está obrando con desinterés, sino que sólo se propone obtener su beneficio; usted se acordará de esto que hoy le estoy diciendo”.

Ésta es una de las tantas anécdotas que publicó en sus Memoria Públicas (1933), plena de “experiencias políticas”, útiles en nuestra época, pues sabemos que si de algo sirve la historia, es para no volver a cometer los mismos errores.

El prestigio —como el que tenía Bruto en la Roma de Julio César— es uno de los cuatro elementos que se necesitan para llegar al poder y ser un verdadero líder, una característica como la que necesita tener aquel que quiera llegar a sustituir al de Los Pinos y al de la Casa Jalisco, aunque en aquellos tiempos eran sólo de intriga.
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