México

Pleitos en el vecindario

Habrá que ver cómo responde Los Pinos ante la mano extendida en un entorno en el que ciertamente el Presidente no se necesita abrir un frente más de pelea

El encuentro de los presidentes Felipe Calderón y Barak Obama que se llevará a cabo en Washington la próxima semana, saca chispas. Hace cuando menos 25 años que la relación bilateral no llegaba a estos niveles de tensión, recriminaciones y descalificaciones mutuas.

Geografía es destino. Estados Unidos y México además son socios indispensables. Pelearse no es una opción para quienes gobiernan a sociedades entreveradas en lo económico, lo político y, más importante, lo social.

La entrevista realizada por el director del periódico El Universal, Roberto Rock, al presidente Calderón el 22 de febrero, devela un enojo particularmente preocupante del mandatario con respecto a las filtraciones de WikiLeaks, en las que el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, pone en tela de juicio la capacidad de coordinación de su administración en lo que concierne a asuntos de seguridad.

“Al embajador estadounidense no tengo por qué decirle cuántas veces me reúno con el gabinete de seguridad ni qué digo; la verdad es que no es un asunto de su incumbencia.

No acepto ni tolero ningún tipo de intervención, pero la ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México y se cae en una afectación y una molestia en nuestro propio equipo. Donde sí hay descoordinación es entre agencias en materia de seguridad en Estados Unidos.

“Nosotros vemos que la DEA, la CIA y el ICE siempre tienen una política de ‘Borondongo le dio a Bernabé’... La verdad es que no se coordinan y sí rivalizan”, responde el Presidente de México a una de las preguntas. Lenguaje rudo, inusualmente áspero en un escenario en el que algún subsecretario —o la propia Canciller— podrían haber manifestado de haberlo querido esos mismos conceptos sin exponer al Presidente de la República a contestar un cable de un embajador.

México pide atención de los Estados Unidos y la obtiene clara o contundentemente. El vocero del Departamento de Estado, el miércoles 23 de febrero, repasa todos los asuntos en los cuales se está cooperando y más se abre la agenda del presidente Obama en medio de la crisis en el mundo árabe para que haya un encuentro entre mandatarios.

La reunión en sí misma no es negativa, al contrario, adelantar la visita de la cual se había comenzado a hablar cuando hace un mes viajó la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, a Guanajuato y que se tenía contemplada para algún momento de abril, hace todo el sentido del mundo ante el escalamiento de tensiones que se han vivido en las últimas semanas por las revelaciones de WikiLeaks desde luego, pero mucho más trascendente e importante es el tema del asesinato del agente de aduanas en una carretera de San Luis Potosí.

A los estadounidenses les interesa la relación, y pragmáticos como son, escucharon el reclamo de la entrevista como un foco de alerta a atender de inmediato ante un mandatario al que había que correrle de inmediato la cortesía de oír sus quejas directamente. Diplomacia de control se llama en los corrillos del poder en Washington.

A nadie le conviene estirar la tensión al grado que se hizo en 1985 cuando la frontera entre los dos países fue cerrada por el presidente Ronald Reagan durante varios días como resultado de otro asesinato, el del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar.
Nadie gana con la prolongación de los desencuentros y si lo que se requiere es un encuentro directo entre los ejecutivos y abrir el espacio para que el propio presidente Calderón se reúna con el nuevo liderazgo del partido republicano en control de la Cámara de Diputados, pues se va a hacer al vapor, pero se va a hacer.

Habrá que ver cómo responde Los Pinos ante la mano extendida en un entorno en el que ciertamente el Presidente no se necesita abrir un frente más de pelea.

Esperemos que vaya a Washington justamente a buscar los argumentos y los mecanismos para dialogar acerca de cómo se coordinan precisamente esas dos burocracias complejas y no a continuar en el tono rijoso y que se viaje con voluntad de destapar los canales de comunicación y no de regañar al vecino y seguir con un pleito que no le conviene a nadie, ni a México ni a Estados Unidos, en donde los embajadores al igual que los Presidente pasarán, pero lo que no pasará es la necesidad de mantener una relación que ya no digamos la historia sino la geografía mandata.
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