México

Picardía mexicana

Hay momentos en que la edad está por encima de cualquier institución u operativo en contra del narcotráfico

Con motivo de las fiestas patrias de los próximos días la gran mayoría coincide que hay que festejar ¿no?  Se habla del valor de ser mexicanos, el carácter, la fuerza que nos caracteriza, pero ¿Qué tal la insistencia? Esos “no” que tienen que ser un “sí” a como dé lugar porque las reglas, políticas o lo más cercano a los requisitos formales e inquebrantables… cuestan trabajo aceptarse y “como buenos mexicanos” buscamos las formas y modos de poder conseguir lo que sea lo más fácil posible y entre menos nos despeinemos mejor.

Pero hay momentos en que la edad está por encima de cualquier institución u operativo en contra del narcotráfico. Hace unos días en la colonia Verde Valle de Guadalajara,  elementos del Ejército mexicano regresaban a la calle en donde se encuentra una casa en cuya cochera estalló una granada sin dejar más que daños materiales. Jóvenes de la milicia bloquearon la artería impidiendo el paso a cualquiera. Habría que identificarse si alguien vivía por ahí para poder acceder.

Otros más desafortunados que trabajaban por la zona, dejaron su carro estacionado justo en esa calle. No había poder humano que convenciera a los militares de que los dejaran pasar rápidamente aunque sea para sacar su vehículo e irse a su casa. Y entre curiosos y asustados con paso firme apareció una señora de no menos 60 años de edad conocida como Doña Mary. Se paró frente a dos militares a suplicarles que la dejaran pasar. Hablaba y hablaba intentando persuadirlos. Les dijo todo lo que hizo y lo que le faltaba por hacer ese viernes, les reclamó lo injusto de ese tipo de operativos y fue tanto el rezo que uno la interrumpió y le dijo con firmeza: “señora, retírese de aquí por favor, en cualquier momento puede empezar algún tipo de enfrentamiento y no seremos responsables de lo que le pase, se lo estoy advirtiendo”.

Acto seguido, la insistente señora Mary sin mayor empacho le hizo una petición al soldado que convirtió lo que pudo ser un instante de crisis, en uno de humor negro que permitió a los ahí presentes reírse hasta el cansancio: “mijo, mira ya sé, para que veas que confío en lo que ustedes hacen, te doy las llaves de mi carro y tú me lo traes y te juro que ya no te doy lata”. Hasta él se rió y visiblemente abrumado le dijo: “miré señora, dele la vuelta a la manzana, vaya del otro lado de la calle y el sargento que está al frente del operativo le hace un paro”.

Mary se fue. Más tardó en caminar y soltar otra vez la letanía -ahora a un elemento de mayor rango- que quince minutos después, abrirse paso entre vehículos artillados.  Seguramente no la aguantaron más, salió feliz manejando su carro rojo.
Viva México señores.
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