México

Paren al país, inviten a la fiesta

Paren al país. Detengan por dos horas el vertiginoso vuelo que llevamos para poder armar una fiesta

Paren al país. Detengan por dos horas el vertiginoso vuelo que llevamos para poder armar una fiesta. Una de dos horas, una tempranera. Una que no nos deje leer los editoriales hasta haber vaciado las emociones que pide este singular ritual colectivo.

Paren al país. Más de 86 millones de mexicanos estarán atentos a cada uno de los movimientos de cada músculo de cada jugador que trae la verde y que hoy sudará en una cancha del otro lado del mundo. Detengan dos horas la vida y metan una historia colectiva. Además, no hay de otra: si no paran al país, de todas formas el país se detendrá.

Yo voy a participar. A pesar de mi alejamiento y mi condición de extranjera (no he estado nunca en las gradas de un estadio), esta vez pagaré mi cuota como habitante de este mundo, como ser social incapaz de sustraerse a los símbolos de su tiempo. Me he preparado para ello, he estudiado con ahínco y creo que podré hacer un decoroso papel en la Plaza de la Liberación con el alcalde Aristóteles Sandoval.

Ya lo había dicho: sé muy poco de futbol, pero de verdad he sido adoctrinada con tesón durante las dos últimas semanas por mis colegas Toussaint y Ana, por mi compañero de vialidad mañanera Arturo, por el equipo completo de editores en EL INFORMADOR, que se burlan un día sí y otro también de mi increíble ignorancia y hacen serios esfuerzos para que oculte mi analfabetismo con algo de dignidad. Hoy puedo identificar en una foto a Guardado, ¡incluso sin uniforme!

Tuve grandes maestros en estos días. Luis Miguel González, desde El Economista, me incorporó a la mercadotecnia futbolera y me contó anécdotas populares dignas de estudio en Harvard.

Uno de los grandes expertos en estos asuntos, Guillermo Dellamary, con gran paciencia y nada más porque vio que sí traigo actitud de acercamiento, me regaló ayer grandes lecciones en una sola sentada: me habló de la psicología del deporte y de la insensatez de la especie antifutbol. Ya para rematar, Salvador Sánchez me sentó junto al mismísimo Nacho Calderón para platicar sobre su participación en los mundiales de 1966 y 1970 y para preguntarle todas esas sandeces que un extranjero hace sin rubor ante la tradición local. No, bueno, qué les puedo decir.

Creo que estoy lista. Hoy veré el partido con el alcalde de Guadalajara Aristóteles Sandoval, y espero haber entendido lo suficiente. He leído de la participación de México en mundiales anteriores, sé quién es quien, puse atención en todas las clases que me dieron, confío en Aguirre y voy a ir a la fiesta.
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