México
Para allá vamos
El trabajo que tenía que hacer era simple: ir a entrevistar a unos abuelitos en la casa de descanso en donde se encuentran
El trabajo que tenía que hacer era simple: ir a entrevistar a unos abuelitos en la casa de descanso en donde se encuentran. Lo que había en aquellas villas más parecidas a los bungalows viejos de una playa, dejó lo suficiente como para compartirlo este domingo.
Al abrir la puerta estaban ocho abuelitas, tres en sillas de ruedas, don sin ningún diente –lo que les complicaba hablar- y todas impecablemente peinadas y maquilladas para la ocasión. Era muy tarde para ellas, pasaban de las siete de la noche, pero querían estar lo mejor posible para las entrevistas y dar su mejor cara con tal de que alguien entre la audiencia que las viera se interesara en su trabajo. Sí, el objetivo de la nota para televisión era una solicitud de trabajo. Una a una y como pudieron, hablaron del enfado que las invade por tanto tiempo libre que tienen.
“Doña Cuquita” con noventa años encima y una sonrisa contagiosa fue clara: “todavía tenemos ojos y manos para tejer, cortar, pegar, ayudar en sus trabajos a los empresarios que nos ven”. Y en esas estábamos cuando a la más callada del grupo le tocó el turno de hablar. Lupita, a diferencia de las demás, es la de menor edad, 64 años apenas y aparentemente la más deteriorada en salud.
Su vista la está perdiendo poco a poco, no tiene piernas y la artritis le ha dejado sus manos desfiguradas. Usa lentes oscuros para evitar que le moleste la luz, tiene cuatro meses de haber llegado a la casa, tranquila y pausada contestó: “yo sólo estoy aquí para darle ánimos a ellas”.
Sabe que no puede hacer más. La adaptación a su nueva vida en una familia que no es la suya le ha costado trabajo, pero su consuelo lo encuentra en los mensajes de la Biblia que comparte con sus nuevas compañeras. La familia de Lupita no podía cuidarla ni dejarla sola, tiene dos hijos y todos decidieron que el mejor lugar para ella era estar ahí.
Cada semana o cuando pueden y quieren, como me dijo doña Tere, otra de las abuelitas presentes, las visitan. Sin previo aviso y como si la hubiera cuestionado sobre el tema, “Cuquita” pidió hablar y dijo, “lo único que quiero que sepas es que tienes que vivir la vida aprendiendo de todo”. La cita aquel día no podía finalizar sin la presencia de Don Manuel, quien llegó cuando le dijeron que “estaban los de la tele”, lo único que quería pedirle al público y a su familia era un casco de motociclista porque la última vez que quiso caminar por su cuenta, terminó en el hospital con una fuerte lesión en la cabeza. Ahora, más recuperado y con 85 años de edad, pide seguir caminando por la vida más protegido que antes.
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