México

Odiosas comparaciones

Es verdad, todas las comparaciones son odiosas, sin embargo, utilizadas a manera de parámetro, al final pueden resultar de alguna utilidad

Es verdad, todas las comparaciones son odiosas, sin embargo, utilizadas a manera de parámetro, al final pueden resultar de alguna utilidad, tal es el caso de lo que está ocurriendo en algunos países, particularmente en Egipto, en donde la televisión y las noticias nos muestran una revuelta, levantamiento que tiene a la sociedad de aquella nación en un estado de enfrentamiento con las autoridades —Policía y Ejército—, a tal grado que hasta los “policías del mundo”, los norteamericanos, han levantado la voz (buscando cuidar su hegemonía e intereses), para que el presidente Hosni Mubarak inicie la transición a la brevedad.

Por su parte, la oposición ha dicho que “Hemos esperado pacientemente a que el Gobierno nos brinde paz social, a que aplique las leyes musulmanas cabalmente, a que actúen democráticamente y acaben con el hambre que aqueja a todos nuestros hermanos, pero ya no estamos dispuestos a esperar más, si Mubarak no puede cumplir con nuestras demandas, debe de renunciar y se debe de ir”.

De acuerdo con los informes oficiales, los enfrentamientos entre manifestantes y autoridades han provocado —por lo menos— bloqueos en las principales calles de las ciudades más importantes de aquel país, incendios, asesinatos, cientos de personas heridas, levantadas, secuestradas, y ni qué decir de la economía y la pérdida de valores.

Es hasta espeluznante ver las escenas en que miles y miles de egipcios se encuentran en las calles —como hormigas en quemazón— gritando y exigiendo la salida de sus gobernantes y el fin a la represión.

Ahora bien, no hay que olvidar que la mayoría de miembros de esa sociedad forma parte del credo musulmán, que se han distinguido a lo largo de la historia por ser bastante disciplinados y hasta una especie de “kamikazes” cuando su religión o creencias están de por medio.

Pues bien, al otro lado se presentan síntomas similares, aunque éstos sean provocados por otros actores y los resultados aquí sean muy superiores en cuanto al número de personas que pierden la vida diariamente —mientras que allá se habla de cuatro o cinco en los últimos días, en nuestro país padecemos por docenas diarias—, además de los bloqueos, incendios, levantones y secuestros, las manifestaciones de aquí siguen siendo pacíficas y en contra de la violencia, pero ¿hasta cuándo se podrán mantener así?

 Es indeseable que la situación vaya a subir de tono, pero las cosas se han puesto a tal grado difíciles por la falta de empleo y soluciones, que el día de mañana podríamos estar lamentando consecuencias de otra índole.

Más nos vale que nos empeñemos en encontrar salidas —entre todos— civilizadas y más justas, pues en una revuelta todos saldríamos perdiendo y la pérdida de vidas sería aún mayor.
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