México

¡Nos lo merecemos!

No importa qué tan bien o mal portados seamos, el caso es que todos nos merecemos tener una vida mejor

No cabe duda de que el mundo anda todo revuelto —desde hace un buen rato—, pero con todo y ello vale la pena tratar de vivir lo mejor posible porque simple y sencillamente ¡nos lo merecemos! No importa qué tan bien o mal portados seamos, el caso es que todos nos merecemos tener una vida mejor, hasta los ricos y poderosos, muchos de los cuales seguramente ni pueden dormir bien por el temor a que alguien les quite lo que con trabajo han logrado, pero el punto es que pareciera que se trata del cuento de nunca acabar y siempre hay algo por qué preocuparse.

Que si el aumento de las tortillas, de la gasolina y todos sus derivados; que si la inseguridad en el empleo, en la escuela, en la familia, en las calles; que si la movilidad; que si la corrupción, la falta de cooperación para trabajar en equipo y lograr consolidar —por principio de cuentas— la comunidad en que se vive, en fin, son muchos los temas en que debe uno de ocuparse, el caso es que de ninguna manera parece uno estar contento (y cómo lo habríamos de estar).

De ahí que sea conveniente empezar a reflexionar en torno a la expresión que titula esta participación, sobre todo porque el mismo enunciado, utilizado de diferente manera puede ser o hacer sentir a alguien como condenatoria, mientras que por el otro lado, también puede ser aprovechada de manera optimista y hasta propiciatoria.

Trataré de explicarme: luego de conocer a diario muchos de los problemas que atosigan a nuestra sociedad, a los ya mencionados le podemos agregar los tsunamis, cambio climático y toda la estela de desastres “naturales” que esto conlleva, por llamarles de algún modo, entre muchos otros, por lo que en tales circunstancias la expresión explicadora, nos lo merecemos, tendría que ver con un acto condenatorio, en donde habría que aceptar todas las calamidades y/o acontecimientos que vivimos como resultado de nuestra forma de ser o de no ser. Ya sea por descuidados o por omisión.

Por otro lado, tratar de no condenar a priori podría ser un signo de optimismo, lo que nos llevaría a expresar ¡nos lo merecemos! Así, en lugar de quejarnos como cotidianamente lo hacemos y/o de pasar angustias propias o ajenas, si empezamos a pensar y actuar positivamente; a desear que las cosas salgan mejor y ponemos “manos a la obra” para tratar de mejorar las condiciones adversas —entre todos—, sin dejar caer el ánimo, dejando de lado el pensamiento que apunta: de todas maneras nada se va a solucionar, y en cambio empezamos por darnos gusto a nosotros mismos, para luego poder dar a los demás, porque ¡nos lo merecemos!
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