México
Niños ¿delincuentes o víctimas?
Las historias de niños y adolescentes involucrados por adultos en el narcotráfico no son nuevas
Las historias de niños y adolescentes involucrados por adultos en el narcotráfico no son nuevas, la película “Ciudad de Dios” documenta esta tragedia en las favelas de Brasil; lo que es nuevo es el debate en México. Desde la prensa hasta el Senado, repetimos valoraciones equívocas, hacemos juicios de valor sin sustento teórico, unos claman venganza y otros culpan a las madres; insisten en creer que un discurso de criminalización y perspectiva policiaca lo resolverá todo, mientras algunos expertos les “patologizan” y encasillan en la locura incurable. Así el fenómeno quedará intocado, cada vez más niños y adolescentes serán entrenados por las mafias, e incrementará la violencia de un Estado policiaco-militarizado que prejuzga y viola derechos y libertades sin mejorar la seguridad.
La historia de “Niños y adolescentes sicarios” nos recuerda que nos hemos acostumbrado a abordar la violencia con apreciaciones morales filosóficas impregnadas de valores equívocos, prejuicios, limitaciones y miedos. Dejamos del lado los aspectos resolutivos prácticos, los tácticos y desde luego los éticos.
Lo cierto es que otros países han plagado de Policía los barrios en que viven niños y adolescentes secuestrados y entrenados por el narco, y no han detenido el fenómeno.
La visión convencional no funciona, necesitamos transformarla; o nos quedaremos en un debate sin sentido ni resultados. Tenemos que hablar de Trata de niños, niñas y adolescentes para el narcotráfico.
Lo que puede funcionar, entre otras cosas, es la Reforma del Sistema Penal que comenzó en 2008 y va por buen camino; eventualmente tendremos Estado de derecho en México. Aunque efectivamente el Artículo 18 constitucional considera a las personas entre 12 y 18 años como adolescentes, ya no “menores” o “niños”, les otorga calidad de ciudadanos, pero no significa que sean auto-responsables de su formación, entrenamiento y educación.
Evidentemente en los casos en que los padres están implicados en la explotación de sus hijos para el delito, se les debe juzgar, pero con evidencia y en tribunales.
Habremos de tener mucho cuidado de que esta nueva mirada para respetar los derechos de niños, niñas y adolescentes no se confunda con la noción de que son adultos. Están aún en un proceso de formación que precisa de cuidados, educación formal, afectos, seguridad y ejemplos. Los narcos sí lo entienden.
Lo cierto es que nos estamos equivocando, no podemos seguir resolviendo el miedo con venganza, el odio con ira, la injusticia con mayor injusticia.
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