México
Mi mamá se llama ¡Pablito!
El Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre con una mujer, siglos antes de que Jesús naciera en Belén
El Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre con una mujer, siglos antes de que Jesús naciera en Belén, siendo la procedencia del término matrimonio dos palabras romanas: “matris” y “munio”, significando la primera “madre” y la segunda “defensa”, de lo que se concluye que es el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano. Cada palabra, pues, tiene su propio significado.
De ahí que llamar matrimonio a dos personas del mismo sexo es jurídicamente un auténtico disparate. Así… Así, que le llamen “chulimonio”, “seximonio”, “homomonio”, todo menos matrimonio que ya se inventó hace tiempo. Y como ejemplo, nadie llama pastel de peras al que está hecho con manzanas.
Cuando dices cosas como estas hay algunos que te miran con extrañeza de que no reconozcas la libertad de las personas, con todo y que digas que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluyendo su perro, pero que eso no es un matrimonio y me llaman intolerante; de forma tal que si un varón tiene el derecho de casarse con otro varón y una mujer hacerlo con otra mujer, ¿se le negará el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a un padre hacerlo con su hija?
La sociedad se quiebra… Huele a podrido…
Y… PENSÁNDOLO BIEN.
Y… PENSÁNDOLO BIEN, creo, a no dudar, que los matrimonios adoptantes, desde su mismo origen, caen en la “Aberración”, la que cabe definir como la desviación del pensamiento o comportamiento racional, significándose como errar, cometer equivocaciones o, más específicamente, tener ideas fijas que no son verdaderas… Y como “aberrante”: que se desvía a sabiendas del objeto cual anormal, antinatural, extraviado, y contranatural; debiendo de complementarlo escribiendo que también significa irregular, que se separa de lo normal o usual.
Como en Dinamarca, cuando la maestra le pregunta a Pedrito cómo se llama su madre, a lo que el imberbe responde: “MI MAMÁ SE LLAMA PABLITO…”
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