México

Malas costumbres

Todavía me pregunto ¿qué les costaba hacer las cosas bien, apegadas a derecho, transparentes, tan claras que no despertaran sospechas?

Durante una semana, más o menos, la nota cotidiana fue el asunto del arrendamiento de patrullas por 185 millones de pesos autorizado por el Ayuntamiento de Guadalajara. Los regidores del PRI aprobaron la adjudicación directa y se desató la tormenta.

Me cuesta trabajo entender cómo un Gobierno, encabezado por un presidente municipal priista, que pretende ser el candidato de ese partido a la gubernatura de Jalisco en 2012, en un contexto político electoral en el que el PAN está claramente a la baja, se enreda en un tema que en realidad era muy simple de abordar.

Y me resulta tan difícil, que por eso creo que se debe a las malas costumbres del sistema político mexicano, no encuentro otra explicación.

Esas malas costumbres que, ni tardos ni perezosos, los gobernantes de otros partidos a lo largo y ancho del país han seguido a pie juntillas como si de una obligación se tratara.

Malas costumbres, pésimas costumbres que no han sido erradicadas, no porque no se pueda, sino porque ha faltado voluntad y conciencia social, pero sobre todo, porque se ha soslayado y minimizado el avance exponencial de la madurez ciudadana, muy atenta ahora y observadora de las conductas de los mal llamados servidores públicos.

Aristóteles Sandoval tenía la mesa servida para hacer las cosas bien y alzarse con el visto bueno hasta de la oposición.

Pero no. Aprovechándose de la mayoría en el otrora llamado Cabildo, aprobaron un procedimiento nada claro que, en un revés extraordinario, le dejó la mesa servida a los opositores, específicamente a los regidores panistas, para lanzarse con cuestionamientos, críticas feroces, señalamientos y descalificaciones.

Seguro se saborean y hasta han de pensar: “Otras dos o tres más así, Aristóteles, y nos vemos en 2012”.

Y lo peor es que el tema del arrendamiento de patrullas no sólo alborotó a la oposición en Guadalajara, sino que hicieron las cosas tan mal, que provocaron la ira de las cúpulas empresariales, amén de las críticas y la inconformidad ciudadana: ¡qué coctel! Mal, muy mal.

Y tache también, porque cuando los regidores del PRI, especialmente Javier Galván y Eduardo Almaguer, trataban de justificar la adjudicación directa del arrendamiento, en un intento por voltearles la tortilla a los opositores, decían que estaban contra las medidas que el Ayuntamiento tapatío quería tomar para combatir la inseguridad. ¡Por favor!

Todavía me pregunto ¿qué les costaba hacer las cosas bien, apegadas a derecho, transparentes, tan claras que no despertaran sospechas?

Ahora quieren sacar provecho político a la decisión de dar marcha atrás, pero era lo menos que podían hacer. Sí, siquiera Aristóteles Sandoval rectificó, pero con respecto a este asunto, se pudo evitar el escándalo y, por supuesto, la reposición del procedimiento.

No sirve de consuelo en lo absoluto, pero no son los únicos. Cotidianamente los políticos nos recetan decisiones forzadas, mal planeadas, hechizas, corruptas… Políticos de todos los partidos y sus mañas y malas costumbres.
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