México
Machismo en bronce
El mejor servicio y homenaje bicentenario que podemos hacerle a la Patria es eliminar todas las estatuas de los héroes que nos dieron Patria
Los bronces, como se les conoce cursi y pomposamente, son la representación de la historia petrificada, de los personajes unívocos, de la versión de buenos contra malos, de la deshumanización de la historia.
Los monumentos son el equivalente gastado y burocráticos de las cartitas con las que estudiábamos el catecismo nacional; son los santitos a los que achacamos el milagro de que este país exista y sea tal como es (asunto del cual la mayoría de los héroes no tiene en realidad culpa alguna ni vela en el entierro).
La utilidad pública de las estatuas no es recordar la historia ni homenajear al personaje. Nadie pasa por el monumento a Juárez y se acuerda de las leyes de reforma.
Los monumentos sirven como referencia urbana, esa es su función en las calles.
Da igual que sea un Cuauhtémoc, un Colón, una Diana de buen ver, una palma o un caballito, como sucede en la avenida Reforma en la Ciudad de México.
Las estatuas, que son muchas más de las que imaginamos o somos capaces de ver en la cotidianidad, son en realidad referencias de los ganadores, chisguetes de orina en una guerra de machos que marcan territorio llenando de bronces, de sus bronces, una ciudad o un país.
Ese mismo machismo que se manifiesta en las calles es el que luego vemos en la política, en las Cámaras y en las mesas de negociación.
El país lo hacen los que ganan y los que pierden; la historia sólo la hacen los triunfadores.
En nuestros 200 años como país independiente la marca de la casa ha sido la aniquilación real o simbólica del enemigo.
Nuestros héroes de bronce tienen todos una característica fundamental: no vivieron para contarla, son más víctimas que constructores de instituciones.
Pero lo fascinante de los personajes, su verdadera riqueza, que son sus contradicciones, sus pasiones, sus dudas no aparecen ni en las cartitas, ni en las calles, ni en la historia.
Como todas la fechas terminadas en cero-cero, el centenario y el bicentenario son en realidad una buena excusa para repensar la manera en que hemos leído y asimilado la historia.
Es un excelente momento para quitar todas las estatuas de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Madero, Carranza, Obregón, Villa y Zapata (y Juárez de pasada) para dejar sólo monumentos a la Independencia, la Revolución y La Reforma quizás el más importante y menos valorado de los tres hitos, pues no nos dio Patria, pero sí nos dio Estado.
Es un buen momento para dejar de ser un país de vencedores y vencidos para convertirnos en un país en el que las contradicciones y las diferencias se vean como la riqueza nacional y no como el problema el país.
Síguenos en