México
Los patriarcas del mal
Ellos también nos gobiernan, ellos han colaborado, junto con los gobiernos anteriores, al debilitamiento de las organizaciones de la sociedad civil
Son ellos los que sostienen los monopolios y se hacen mártires cuando alguien les cuestiona. Son esa generación de mexicanos que conducen autos blindados, que se codean con las élites y con los pomposos y corruptos líderes eclesiásticos que más que a Dios sirven al poder que finge ser deidad.
Ellos también nos gobiernan, ellos han colaborado, junto con los gobiernos anteriores, al debilitamiento de las organizaciones de la sociedad civil; son ellos y no otros los que hace una década negaron los feminicidios y la corrupción, nutriendo la impunidad que ahora les asombra.
Son ellos, y no otros, los que durante décadas han considerado que México es su coto, su changarrito, su lodazal para revolcarse. Son ellos y no otros los que desprecian a los siete millones de jóvenes sin trabajo y sin escuela a quienes despectivamente llaman “Ninis”. Son esos empresarios y líderes los que parecen sorprendidos ante la realidad, como si no fueses arquitectos de la patria que tenemos.
Son los líderes inmorales de este país los que le tienden la cama a Peña Nieto, porque creen que más de lo mismo es bueno (aunque sea un espejismo, hasta para ellos). Son esos millonarios quienes destrozan sin piedad a Calderón, no por sus errores estratégicos, sino porque rompió los pactos de la colusión del poder (aunque haya permitido otros pactos).
Ellos brindan por el regreso de Salinas, porque la geografía de la inmoralidad reviva. Ellos se quejan por las extorsiones de los zetas, como si esa descomposición social no tuviera padre. Como si con su manipulación mediática no desinformaran en la televisión con el espectáculo telenovelero de la ignorancia que finge ser periodismo; son ellos los que entre la ética y el deprecio por la Humanidad, prefieren el desprecio.
Esos patriarcas del mal son los que se preguntan ¿quién nos iba a decir que desaparecer un cacique nos iba a enfrentar a otros 32? Pero los caciques provincianos son también su hechura. Cuando les dieron dinero para callar o hablar, cuando les perdonaron desde asesinatos hasta protección de la delincuencia organizada y pederastia. Son ellos los que se hacen los dignos, y buscan salvavidas sólo para su clase.
Pero son pocos, aunque hagan daño como si fueran muchos. Hay millones de personas para evidenciarles, para recordar que el país es nuestro, que no hay rendición, ni la habrá. Ellos son los “No-nos” (no al progreso, no a la justicia).
Son la verdadera generación perdida de México.
Síguenos en