México
Los contrastes en el Viaje a Tulum
Eduardo Villanueva nos muestra con una calidad fotográfica de primera, los contrastes entre el blanco y el negro y el color deslumbrante; entre la basura y el bosque o la belleza de las plantas en el invernadero
Esta misma semana fuimos uno de los tantos afortunados que pudimos verla y aplaudirla justo cuando está entrando por la puerta principal al catálogo de obras del séptimo arte, y que, como decía Eduardo, “hecha con el mismo material con el que están hechos los sueños” y que empieza en una toma aérea, como Dios que todo lo ve y juzga, antes de bajar a la Tierra en Berlín para que Adán nos muestre eso que lo rodea, lleno de contrastes, como los que va poniendo en charola, situaciones que van de lo amable a lo siniestro, entre lo hemlich, lo secreto, lo oculto, lo clandestino o lo disimulado y lo unheimlich, lo inquietante, lo fatídico, lo siniestro, que por coincidencia, esa misma semana lo trató Jesús Perulles en la Cátedra Extraordinaria del maestro José Luis Ibáñez en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde explicaba esos términos de aquello que está oculto y que nos parece “amable”, antes de que se pongan los trapos sucios a secar y todo se convierta en siniestro, como lo estudió en la obra de Ruiz de Alarcón.
Eduardo Villanueva nos muestra con una calidad fotográfica de primera, los contrastes entre el blanco y el negro y el color deslumbrante; entre la basura y el bosque o la belleza de las plantas en el invernadero; entre Berlín sin sol —¿desolado?— y el Mar Caribe; entre su novia y la oscuridad de una familia judía en Berlín, cuyo padre austero y malhumorado trata que Adán su hijo atienda un negocio que nada tiene que ver con sus deseos y sensibilidad.
Adán es la voz que nos narra y actúa sin aparecer para mostrarnos todo en esta obra, incluyendo a un abuelo genial con alzheimer, a la madre, bella y judía con un hermano menor con retraso mental y así, seguimos contrastando lo amable puro y limpio con lo sucio y siniestro: un Berlín frío y oscuro (en blanco y negro) con el cálido Mar Caribe (a color); los tiraderos de basura y los cenotes sagrados en donde Adán decide clavarse hasta el fondo.
Todo parece un sueño y parece decir con Shakespeare en La tempestad: cuando se despierta llora por no poder seguir soñando tal como sucede en esta obra de arte de Eduardo Villanueva.
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