México
Los buenos deseos de Calderón
La cuestión es que después de un año tan difícil como 2010, el Presidente del país ya no tiene margen para maniobrar con argumentos tan simples
En los primeros días del año, con optimismo o pesimismo, lo menos que se espera, así sea por mera formalidad, es un “feliz año”, aunque se escriba con minúsculas.
Calderón es el Presidente del país y aunque forma parte de la misma clase política tan desacreditada y repudiada en México, ocupa gracias a un presupuesto multimillonario y a la posesión formal del poder, un espacio de liderazgo indiscutible. Sólo por esos dos factores, su mensaje se hace escuchar:
“Tenemos todo para que 2011 sea un año de realizaciones. Confiemos en nuestra capacidad y en nuestro potencial; confiemos en el coraje, el orgullo y el carácter que nos han permitido superar los más grandes desafíos a los mexicanos”, dijo el domingo por la noche en cadena nacional. “Puedo asegurarles que estamos avanzando por la ruta correcta y que vamos a derrotar a los criminales, para construir finalmente un México de paz, un México seguro, un México donde nadie esté al margen de la ley y donde nadie viva con temor”.
Alguna vez, el mismo Calderón que exhortó al iniciar el año a estudiantes y trabajadores a dar lo mejor de sí, aseguró que los medios de comunicación se empeñan en ofrecer una imagen negativa del país. Pero en honor a la verdad, con todo el optimismo que se pueda reunir, no hay manera de defenderlo.
Obviamente, nadie quiere más violencia en este país (las cifras conservadoras anotan 30 mil y pico de ejecuciones a causa del combate al narcotráfico). Naturalmente, no se escucha a ningún mexicano abogar por que sean más los pobres, cuando al menos 40 millones de personas en territorio nacional batallan no para hacerse de un patrimonio, sino para garantizarse la comida del día. Es evidente que ningún diputado federal, aunque pueda estar ligado con el crimen organizado como ya ocurrió con Julio César Godoy Toscano, propone reformas que favorezcan la delincuencia, la impunidad y la corrupción, aunque el Presidente Calderón reconoce que justo estos tres azotes se han “enraizado en nuestra sociedad y en nuestras instituciones”. Son sus palabras.
La cuestión es que después de un año tan difícil como 2010, el Presidente del país ya no tiene margen para maniobrar con argumentos tan simples como un buen deseo y el exhorto de que “confiemos en nuestra capacidad y en nuestro potencial”.
Lo que el país requiere, y con urgencia, son los acuerdos políticos que el Presidente, los diputados, los senadores, los gobernadores y los líderes de partidos políticos, no han concretado en cuatro años. Se requiere que de verdad, hagan algo concreto, como frenar los contubernios económicos que están pactados para este año preelectoral.
Se agradecen los buenos deseos, pero a don Felipe se le agradecerá más que haga política de estadística, aunque le cueste votos a su partido.
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