México
Lo único claro es lo confuso
Y que si en lugar de alardear las excelencias de lo que se avecinaba nos hubieran preparado para su cruda realidad, es un reproche
Caemos constantemente en la tentación de mirar por el espejo retrovisor cuando el riesgo del accidente está adelante. Me temo que cuando nos insisten en la necesidad de aprender a administrar la complejidad en la que estamos inmersos nos están diciendo que no tienen la menor idea ni de que está pasando ni hacia dónde vamos.
Cuando los ilustres pensadores de nuestros líderes políticos, sindicales y demás religiones insisten en la utilización de este tipo de expresiones vacuas les están ayudando a disimular otro trance. No tienen proyecto alguno, nada que se vislumbre en el horizonte que se parezca a un plan sólido, riguroso, lógico coherente y plausible que supere los mil y un enredos que sufrimos. No se aprecia en lo económico ni en lo político, en lo mundial ni en lo local. Por eso nos movemos en el permanente vaivén de lo dicho contra lo entendido, lo supuesto contra lo real y lo anecdótico contra lo trascendente. Todo apunta que lo único claro es lo confuso. Y que nadie quiere admitirlo y decirnos la verdad desconfiando de una ciudadanía ansiosa de sensatez y sinceridad. Aquí por una cosa, allá por otras y en ambas partes por las mismas.
En estos tiempos globales de hoy todo tiene que ver con todo; nos resfriamos por una tos en china o un estornudo libio. El mundo entero se estremece porque en WikiLeaks sale a flor el cochinero de la diplomacia mundial de los llamados países líderes del mundo, y en especial el norteamericano.
Pura hipocresía llena de engaños, consumen la droga, mandan las armas y apapachan a Calderón, pero siguen siendo lo mismo: manipuladores.
Mientras tanto los ricos se hacen más ricos. Juntos, Carlos Slim, Bill Gates, Warren Buffet y Ambani controlan más riqueza que los 57 países más pobres del mundo. El peligro es que mientras que tenemos una economía global que sabe cómo concentrar el dinero y el poder en un conjunto de manos cada vez más pequeño, no poseemos ningún mecanismo sólido que nos alerte de las injusticias, peligros e inestabilidad que vienen con este paquete.
Urge tomar una decisión: o cambiamos nuestra manera de observar o cambiamos nuestra manera de comprender. Es el principio entre la comprensión de la realidad y la realidad misma.
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