México

“Lo que tenemos en común….”

¿Se ha preguntado usted si en nuestra ciudad vamos remando en la misma dirección?

¿Se ha preguntado usted si en nuestra ciudad vamos remando en la misma dirección? A partir de mañana y por las próximas dos semanas la ciudad vive una extraña y cómoda complicidad que se hará manifiesta con solo recorrerla; experimentaremos entonces las bondades de una urbe ni apresurada ni congestionada; un previsible acuerdo temporal.

Si pensamos en las vacaciones que asoman su implacable capacidad de poner pausa al tiempo, parece que vamos hacia donde mismo, si pensamos en tantas otras cosas que suceden en nuestra ciudad y que nos afectan, difícilmente pensaremos en que hay rumbos compartidos.

En el cuento “La espada del sol” de Italo Calvino,  el personaje llamado Palomar hace una pregunta que resulta más bien una reveladora afirmación: “¿Lo que tenemos en común es justamente lo que nos es dado a cada uno como exclusivamente suyo?..” ¡Claro!; que  cierto resulta eso.

Aquellas cosas que son tan nuestras, son las que generan comunidad: nuestros hijos, nuestra profesión, donde habitamos, las aficiones y los gustos; todo esto que es tan de uno, abre la puerta para socializar y compartir, permite que se establezcan relaciones  y momentos que bajo otras condiciones resultarían impensables. Si esto es cierto, ¿qué tenemos los ciudadanos —además de las vacaciones— como exclusivo, que nos permita identificar cosas en común para remar en la misma dirección?.

La respuesta podría ser “nuestra” ciudad y “nuestro” deseo de calidad de vida, sentimientos tan propios que pueden resultar comunes.

Nuestra historia reciente y sobre todo la del día a día, nos muestra lo difícil que resulta consensuar el rumbo de nuestra ciudad. Los hechos por acción u omisión, ponen en aprietos nuestra voluntad de confiar en la dirección que estamos tomando. Tenemos cada día más información científica de lo que hemos hecho mal y lo que debemos hacer para solucionarlo y sin embargo no lo hacemos; por un lado las voluntades ciudadanas y el discurso oficial; por otro las decisiones, los recursos y el desapego a la legalidad.

El mismo personaje citado antes pero en otro cuento concluye: “Sólo después de haber conocido la superficie de las cosas, se puede uno animar a buscar lo que hay debajo. Pero la superficie de las cosas es inagotable.”

Probablemente la escala de ciudad no se nos da, no conocemos bien “la superficie” y nos inventamos cualquier cosa. Podemos identificar a partir de nuestras “exclusividades” otras formas de “lo común” que quizás sí respetemos; tal vez más allá de espacios familiares, de amistades o de las formas de habitar en “cotos”, el resto no lo alcanzamos a dimensionar para considerarlo común.

Hemos perdido la capacidad de lograr acuerdos, de reconocer los aciertos y las fortalezas; finalmente, no hemos puesto en práctica la meritocracia. Así es difícil remar en la misma dirección y al final del día, eso y las vacaciones  será lo único que tendremos en común…
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