México
Lo que nos espera
Donde ya empezaron los problemas y no se ve cómo puedan ser resueltos es en los medios de comunicación
La comparecencia de López Obrador en el IFE es prueba de ello. Se juntaron dos elementos a debatir: libertad de expresión y los terrenos subjetivos de definir qué es un insulto o una falta de respeto. López Obrador apeló al diccionario para explicar por qué dice lo que dice. Este día se dará a conocer el análisis de los spots y las razones de López Obrador, para que con base a ello se decida si siguen o no los spots al aire.
Este caso es sólo el inicio. Lo que viene con el uso de medios es impredecible. Lo que desde hace año y medio ha instrumentado en televisión el gobernador del Estado de México entra en el terreno de discusión de cuándo es campaña política y cuándo es simplemente promoción, cuándo es sólo un negocio o cuándo la empresa de televisión está colocando a “su” candidato. Si en las redes nacionales de radio y televisión estos asuntos se ventilan, se avance o no, en muchos estados no hay manera de hablar o discutir estos temas.
Al problema de cómo saber cuando se está ante un infomercial con cara de noticia en un noticiario, sumemos las entrevistas pagadas con perfil casual, y los promocionales de los políticos. Muchos de ellos para darse a conocer se pueden pasar todo un día en una estación de radio y televisión haciéndose agradables en los noticiarios, los programas de deportes sin dejar de lado los muy socorridos programas de lo que llaman el “mundo del espectáculo”. Suponemos que no lo hacen de gratis ni los medios ni ellos.
En 2007 se discutieron y aprobaron algunas reformas en la materia. El problema era y es el dinero, no la libertad de expresión como tramposamente se quiso hacer ver durante aquellos farragosos días. No se avanzó lo suficiente y estamos próximos a pagarlo.
Los problemas no son sólo estos. De nuevo internet, Twitter y Facebook serán centros de debate, con la salvedad que hoy están más desarrollados y son más populares que en 2006 y el propio 2009. Apelar a la civilidad es el camino seguro, pero es al mismo tiempo una tarea que parece imposible por la falta de cohesión que nos traemos. Se avanzó, pero lo que viene nos puede colocar bajo el síndrome de “Tiburón 2”.
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