México

Las ocho vivencias de Haití

Lloran niños, gimen madres, los abuelos callan y resisten

Lo impresionante. Como nadie quiere vivir bajo techo, en el estacionamiento y patio del Hospital General Central de Puerto Príncipe los heridos están hacinados, en camas, camillas, colchonetas y más que nada en el suelo; todos entre basura, moscas, restos de comida y desechos médicos. Sus fracturas, expuestas. Las curaciones, sin anestesia. Las operaciones, a cargo de tres médicos locales que no se dan abasto de cincelar huesos con toda la fuerza de un martillo cuyos golpes desatan gritos de dolor que destemplan los oídos. Lloran niños, gimen madres, los abuelos callan y resisten.

Lo asombroso.
La gente caminando entre cadáveres, acostumbrada a verlos regados, descomponiéndose, apestando a su paso. Como si no existieran. Como si no fueran, quizá, 200 mil.

Lo desesperante. El Ejército de Estados Unidos manejó como principiante el aeropuerto de Haití y lo convirtió en un cuello de botella que ahogó el reparto de ayuda internacional. El primer día aterrizaron los aviones y no los hicieron despegar en 12 horas. Lo saturaron. Aeronaves sobrevolaron horas la capital haitiana sin poder bajar. Hospitales móviles y doctores, equipos y rescatistas, comida y voluntarios, atascando el aeropuerto mientras afuera la gente se moría de sus heridas, bajo los escombros y de hambre.

Lo increíble. Los Cascos Azules, el Ejército de la ONU, tuvieron más miedo que los reporteros. Apanicados en salir de la terminal aérea —única zona considerada “segura”— y obligando a toda delegación internacional a contar con sus elementos al recorrer las calles de Puerto Príncipe, por temor a una inseguridad y unos brotes sociales que no sucedieron hasta días después… justo porque su pánico retrasó la distribución de ayuda.

Lo inesperado.
El Gobierno haitiano sencillamente desaparecido, pulverizado, sin que funcionara la más elemental de las instituciones del Estado.

El galimatías.
Entre uno y tres millones de personas que están viviendo en la calle deberían dejar de hacerlo, pero no tienen a dónde regresar. No es una inundación que terminará por secarse. Hay que edificar cientos de miles de casas. ¿Y mientras? ¿Que se esperen en la calle?

El orgullo. Todas las instituciones y corporaciones mexicanas, pese a ser financiadas por gobiernos de partidos rivales, se coordinaron desde el primer momento para salvar vidas humanas.

El descubrimiento.
Desastres naturales en el extranjero sistemáticamente muestran que en México la cultura de protección civil es medalla de oro mundial. La ciudadanía atiende y reacciona con prevención, gobiernos de todos los colores se coordinan; luz, agua, teléfono comienzan a restablecerse paulatinamente a una velocidad que no tiene réplica internacional.

Saciamorbos


No les vaya a salir pollero el héroe.

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