México
Larga y difícil pregunta
Hoy se difunde pomposamente que vivimos en la sociedad del conocimiento, una especie de nueva era de las luces
¿Por qué dogmatizan lo que es un grito hacia lo desconocido? Al Dios desconocido.
El poeta Affonso Romano de Sant’Ana y el portugués José Saramago hicieron de la ceguera tema para críticas severas a la sociedad actual, asentada sobre una visión reduccionista de la realidad. Mostraron que hay muchos videntes presumidos que son ciegos y unos pocos ciegos que son videntes.
Hoy se difunde pomposamente que vivimos en la sociedad del conocimiento, una especie de nueva era de las luces. Efectivamente así es. Conocemos cada vez más sobre cada vez menos. El conocimiento especializado ha colonizado todas las áreas del saber. El saber reunido en un año es mayor que todo el saber acumulado en los últimos 40 mil años. Si por una parte esto trae innegables beneficios, por otra, nos hace ignorantes de infinidad de dimensiones, colocándonos escamas sobre los ojos e impidiéndonos así ver la totalidad.
Comencemos por el principio. Esa ancestral inquietud de la humanidad: cómo es Dios, cuáles sus pautas de conducta, qué puede llegarnos desde Él… Acostumbrados…demasiado acostumbrados… a la rutina catequética, que desde pequeños nos hace “saber” tantas cosas de Dios sin “entender” de verdad ninguna, porque todavía no tiene enganche real en nuestra vida.
Un texto, que se remonta nada menos que al tercer milenio (tres mil años) antes de Cristo, lo expresa muy bien:
“Ojalá supiera si estas cosas agradan al Dios”.
“Lo que a uno le parece bien puede ofender a Dios”;
“Lo que a uno le parece despreciable puede agradar al Dios”.
¿Quién puede conocer la voluntad de los dioses del cielo? ¿Quién puede entender los planes de los dioses del abismo? ¿Dónde han aprendido los humanos el camino de un Dios?
Matrimonios gays
No quiero, ni tengo espacio suficiente para ahondar en el tema de la homosexualidad. Tengo muchos amigos, cultos, respetuosos e interesantes con inclinaciones sexuales y amorosas diferentes a las mías. Más me cuesta trabajo entender ese afán de llamar “matrimonio” a una unión entre parejas del mismo sexo que históricamente han existido desde que el mundo es mundo. Por qué pelear por el derecho a una simple y llana palabra “Matrimonio”, cuando se le puede llamar de mil maneras diferentes. Y no cambia en nada el fondo. Lo que sí no acepto, es que un prelado de la Iglesia con el título de cardenal, se sienta con el derecho de llamarlos: “maricones y lesbianas” en tono despectivo. Eso sí no se vale.
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