México
La vida no vale nada
Han asesinado a dos mil 076 policías desde que el Gobierno mexicano lanzó la ofensiva en su contra en diciembre de 2006 hasta mediados de 2010
Estas palabras parecen ser las que pensamos todos cuando nos enteramos de una nueva muerte en alguna ciudad de este país, hemos perdido mucha de nuestra sensibilidad, ya nada nos asombra o más bien ya causa desgano o enfado leer estas noticias.
Una de estas tantas noticias pudiera ser la del ataque en San Luis Potosí, a dos agentes del ICE (Immigration and Customs Enforcement), una agencia de Estados Unidos que representa el brazo investigador del Departamento de Seguridad Interna, el conocido Department of Homeland Security (DHS); dicha organización cuenta con más de 20 mil elementos en todos Estados Unidos y en 47 países. En el ataque de esta semana murió uno de los agentes.
Lo que es importante resaltar es la reacción del Gobierno de Estados Unidos ante la muerte de este agente, Jaime Zapata. El mismo presidente Barack Obama llamó a los padres del agente caído para darle su condolencia, además de crear una comisión especial conformada por el Departamento de Justicia y de Homeland Security.
La secretaria Janet Napolitano, no sólo hizo comentarios asegurando que los culpables enfrentarán la justicia estadounidense, sino que habló con el secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, ofreciendo todos los recursos necesarios para resolver este crimen.
Es claro que el Gobierno de Estados Unidos va a ejercer mucha presión para que se identifique a los autores de este asesinato, recordemos que cuando fue secuestrado y asesinado el agente de la DEA Enrique Camarena en 1985, los estadounidenses se dedicaron años y millonarios recursos para identificar y asegurar que se juzgaran los autores materiales e intelectuales del asesinato.
Para Estados Unidos es prioridad enviar un mensaje contundente de que si alguien mata a un policía, fiscal o juez, en Estados Unidos o en el exterior, sentirán el peso de la fuerza del Estado. La idea es proteger a sus funcionarios al enviar un mensaje de que pagarán un precio muy alto si se meten con un funcionario estadounidense.
La reacción de los legisladores mexicanos fue algo extraña a mi parecer. Algunos condenaron la muerte del agente estadounidense, pero la mayoría condenó los comentarios de Janet Napolitano como injerencista e hicieron hincapié de la importancia de proteger la soberanía de México asegurando que no se permitiera que policías estadounidenses investigaran en México.
Pero uno entiende por qué las exigencias y la presión que vaya a ejercer el Gobierno de Estados Unidos cuando uno analiza qué pasa con las investigaciones de los policías asesinados en México: no pasa nada.
Han asesinado a dos mil 076 policías desde que el Gobierno mexicano lanzó la ofensiva en su contra en diciembre de 2006 hasta mediados de 2010, según estadísticas reveladas por la Secretaría de Seguridad Pública Federal.
El problema es si no sucede nada impactante, en respuesta a estos asesinatos, no se le dará la prioridad que merece para asegurar que los asesinos materiales e intelectuales sean juzgados y castigados.
El escalamiento de las ejecuciones de servidores públicos es un indicio claro de que las organizaciones criminales no temen a las autoridades asumen que no les pasaría nada y que sería una forma de amedrentar a otros funcionarios o a cualquiera que interfiera con sus actividades. Y seguirán asesinando hasta que sientan que hay un costo.
La sociedad civil tiene razón por desconfiar de sus policías por la corrupción tan arraigada históricamente, pero los policías corruptos o malandros no son todos. La mayoría son policías, hombres y mujeres, que sí toman a pecho su responsabilidad de proteger la sociedad, con los pocos recursos que reciben y generalmente con muy mal liderazgo por parte de los que los supervisan, pero qué fácil es asumir que los policías masacrados están involucrados en el negocio ilícito.
Esto nos hace sentirnos más seguros en una forma pervertida, ya que “seguramente los asesinados estaban involucrados en el negocio, por lo tanto, nosotros que no tenemos nada que ver con los grupos de crimen organizado, no nos va a pasar nada”.
Aunque sí, probablemente algunos de los policías muertos podrían estar involucrados de una forma u otra con los narcos, el hecho es que no todos los muertos tenían vínculos con el crimen organizado.
Los mataron simplemente por hacer su chamba. ¿No deberíamos de reconocerles a estos héroes su trabajo y sacrificio? ¿No se merecen los familiares de los policías muertos un agradecimiento por parte de la sociedad? Pero como en este país los policías son desechables...
En la medida en que el Gobierno y nosotros como sociedad civil no entendamos la importancia de dar mayor relevancia a estos hechos y busquemos detener las ejecuciones de quienes son los procuradores de justicia en este país, la violencia por parte de las mafias y las organizaciones del crimen organizado continuará, y muy probablemente incrementará.
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