México

La primavera del hombre

Sin duda que la escalada de violencia que vivimos en todos los órdenes no es, en buena medida, sino un síntoma de la frustración que dicho modelo produce en quienes ciegamente lo han creído

Seco en invierno, dorado en primavera, verde el resto del año, así suele ser el ciclo de ese árbol maravilloso que con toda razón se llama “primavera”. Sobrellevar el frío sin follaje debe ser la condición que le permite luego vestirse de oro, para convertir enseguida ese radiante esplendor en un verde vital que se expande como sombra fresca y saludable. Este proceso es común a cuanto existe y quiera existir; la naturaleza es noble y tiene como vocación la vida, hasta que se convierte en hombre dando un salto cualitativo inconmensurable. Ahora es libertad creadora, y  a cambio de ello puede ser también destrucción. Pero no deja de ser naturaleza, por eso aún si en determinados momentos de su historia se vuelve una fuerza negativa, aniquiladora, cabe esperar que desde lo más hondo de su ser, el anhelo de vivir para la vida recupere el rumbo.

Desde hace varios decenios nuestro país equivocó el camino y comenzó a fomentar un modelo de vida que ha resultado bastante caro en todos los aspectos, justamente porque pese a la mercadotecnia no era un modelo de vida sino un modelo para pasar la vida, y por cierto, lo más pronto que fuera posible. La construcción de una individualidad absoluta, obsesionada con una permanente autocomplacencia, que prefiere vivir  aisladamente antes que renunciar a su estilo de existencia en lo más mínimo, ha fracturado de tal forma la comunidad humana que donde hubo continentes sociales integrados, ahora lucen archipiélagos dispersos chocando entre sí a causa del rumbo caótico que siguen.

Sin duda que la escalada de violencia que vivimos en todos los órdenes no es, en buena medida, sino un síntoma de la frustración que dicho modelo produce en quienes ciegamente lo han creído, sobre todo pensando que se pueden alcanzar los placeres de la existencia con sólo oprimir un botón, luego resulta que hay que oprimir un gatillo, y al final la opresión de una vida vacía volverá el disparo contra sí mismo.

Tampoco podemos añorar simplemente la restitución del modelo anterior; sin duda que del presente y del pasado se pueden rescatar innumerables aspectos y también descartar otros muchos, para lograr un verdadero nuevo modelo de vida, pero ese trabajo parece que nadie lo está haciendo, ni siquiera las instituciones que por su naturaleza y función deberían hacerlo.

La fiesta de la Pascua que hoy comienza ha sido tanto la celebración de un acontecimiento extraordinario de profunda fuerza transformadora, que una pedagogía cristiana de la existencia humana trascendente, misma que las primaveras expresan y sintetizan de manera admirable. Quienes solamente buscan pasar la vida quisieran que este árbol fuese siempre dorado, sin condiciones previas, ni esfuerzos de ningún tipo.
En cambio vivir para vivir en plenitud la vida exige del esfuerzo y de la comunión con los demás, de la misma donación para alcanzar la resurrección.
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