México

La paz, inmenso camino

Mañana arranca la FIL, con invitados especiales que van llegando de Castilla y León, a quienes damos la bienvenida

Muy rica esta semana, en Guadalajara. Inició con un foro sobre la mirada de otros continentes, como el asiático, puesta en el nuestro. Mañana arranca la FIL, con invitados especiales que van llegando de Castilla y León, a quienes damos la bienvenida. Ayer fue el lanzamiento de “Jalisco Cómo Vamos, Observatorio Ciudadano de Calidad de Vida”, y el miércoles se llevó a cabo un taller del “Observatorio prospectivo nacional relativo a los desafíos de la crisis sobre la cohesión y la estabilidad social”, un encuentro ciudadano y plural que imagina caminos para la paz en México.

La paz es una palabra que se pronuncia en voz baja. Entraña procesos personales poderosos, y ocurre en el milagro de la intimidad, como una anticipación de algo que ilumina, y abarca luego capas cada vez más amplias, que van de lo personal a lo social. La paz es humilde. Dialoga con palabras suaves; cabalga en el lenguaje a través de metáforas sencillas, como las que todavía por fortuna usan los hombres y las mujeres del campo. La paz se puede comer a plena luz del día, en mesa de mantel largo o en sillita de tule. Susurra su armonía desde la botana hasta la sobremesa. Está hecha de tiempo. Tiempo invertido en el viaje largo que nos hace personas, nos lleva a nacer de nuevo, a reinventarnos cuando damos con ella como puerto seguro. A la paz no la derrota nada, por más que sea estridente el armamentismo. Porque la paz es dialogante. Reconoce linajes, otea vínculos, prepara el fundamento de los puentes civilizatorios. La paz inclina la cabeza ante grandezas ajenas. Celebra las victorias de otros, comparte en las madrugadas los triunfos susurrados que le son relatados por sus actores.

El discurso de algunas mujeres, espero que de muchas en esta hora de nuestro México tan herido y tan lleno a la vez de potencialidades pródigas, en medio de complejísimos procesos que renuevan, reafirman o remueven tradiciones, es un discurso que conduce la mirada —y la conciencia— a revisitar lo íntimo, re-significar lo doméstico, a reconocer la grandeza de los símbolos que trazan palabras como cuna, cuchara, abrigo, comunidad.

Lo privado es también público, nos han dicho las precursoras del feminismo. Eso privado, a lo que no solemos dar valía pues no está habitado por una cauda de fama, ni de recursos o de aplausos, es capaz de alimentar lo público, de calmar la sed pública de construir confianza y caminar seguros por las avenidas de la patria y de nuestras transiciones democráticas. La paz inicia dentro. Y a veces, tras mucho empeño, nos toca la gracia de entender cómo son importantes las veredas solitarias, la ausencia de micrófonos, la capacidad de pronunciar en baja voz un “gracias”.

Hoy soy esa otra que también soy yo. Y que busca contigo, lector/lectora querido, un nosotros.
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